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Mi carta a los Reyes

Queridos Reyes Magos o Reinas Magas o varones vestidos de Reinas o mujeres vestidas de Reyes, que eso ya no me importa:

Escribí esta carta con algo de escepticismo. Ya no sé si los Reyes son los padres o los hijos también son Reyes o qué pasa ahí. Pero sí sé, eso me han dicho, que, además de traer regalos, también proponen a quién podría gobernar «este país» (España, Reino/República de España, Estado Español -táchese lo que no proceda, que no estamos para discutir tonterías-). El caso es que esta noche puse mis zapatos en el balcón y espero que Sus Majestades me concedan por lo menos uno (o, mejor, dos) de mis deseos que paso a enumerar. Entiéndanme: creí en ustedes mucho tiempo hasta que descubrí que me estaban engañando. No se extrañen de que ahora les pida el final o, al menos, la reducción de algunos engaños que siguen produciéndose a escala masiva.

El primer engaño que les ruego hagan por suprimir/reducir es el político. Es eso que llaman «campaña electoral» y que puede durar hasta cuatro años en los que eso que llaman las «narrativas» consisten en contar cuentos de muy escasa (si alguna) base empírica y sí mucho deseo de engañar. Sí, sí, no es que nos engañen por casualidad: es que nos engañan a propósito para que les votemos o para que hagamos de fieles seguidores de sus cambiantes propuestas. Que no me digan: no pueden decir A un día y decir B al siguiente, sobre todo si B es un simple no-A. En uno de los dos casos están mintiendo. Cómo «modulan» los mensajes a lo largo de la campaña es un buen ejemplo, aunque el mejor es el de los programas electorales seguidos, en el caso de que les cedamos el poder, por prácticas exactamente contrarias a lo dicho en el programa. Y si hay coaliciones, no te digo. Porfa, Majestades, una campaña un poco menos mentirosa.

No son los únicos que engañan. Los empresarios también. Los pequeños y los tenderos, con ligeras modificaciones en el peso o calidad de lo que nos venden. Los grandes, pues como corresponde a su tamaño. Tenemos buenos ejemplos en el sector automovilístico, financiero y energético. Y no solo nos engañan (algunos, no todos) directamente, sino que financian sesudas investigaciones universitarias para que demuestren lo que conviene al financiador: que tal medicina sirve para algo, que el cambio climático no existe, que, aunque exista, lo que hay que hacer es comprar productos para defenderse de sus efectos, que la cementera que había al lado de una universidad no es dañina bajo ningún concepto y cosas por el estilo. Si en el caso anterior, todo vale con tal de conseguir parcelas de poder (porque las elecciones no dan más que migajas), en este todo vale con tal de mejorar la cuenta de resultados.

No sé si meterme en el lío de las religiones, pero cuando se ven los enormes desfases entre lo que predican todos y practican algunos, no queda otra que suponer que nos engañan con lo que predican. Y sucede en las mejores familias. El Estado Islámico es un violador sistemático de sus preceptos. Y el Estado Vaticano ha producido últimamente suficientes trasgresores de las normas que tanto predican contra el adulterio, la fornicación, la homosexualidad, la pederastia, la estafa, el lavado de dinero (aunque, como la defraudación a Hacienda no es pecado sino lex mere penalis) y demás asuntos que han ocupado espacio en los medios. Un poco menos de engaño no nos vendría mal.

Porque es que los medios de comunicación también necesitarían de la benévola intervención de Sus Majestades. Que engañan, ya es casi una obviedad. Que manipulan, también. Los ejemplos abundan: sutiles campañas pro-sionistas por parte de periódicos con fuerte accionariado judío, apoyos de determinados canales a candidatos del tipo Berlusconi (para las Españas no es difícil encontrar a quién han apoyado y a quién han perseguido y de todo ha habido). Hace poco Bernie Sanders (que, por si no se lo han contado, es candidato demócrata a la presidencia estadounidense, pero sobre el que se guarda un clamoroso silencio en muchos medios), Sanders, digo, se quejaba del papel preponderante que los medios están dando a Donald Trump, candidato republicano. La ventaja de Trump es que es empresario, religioso y, ahora, político.

Ya sé que es mucho pedir, pero creo recordar que Sus Majestades todo lo pueden, menos en aquellas Navidades infantiles en que no hubo juguetes en mi casa. Corríjanlo ahora.

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