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No eran inocentadas

El lunes, día de los Inocentes, hubo varias noticias que me hicieron pensar que se trataba de una inocentada.

La primera mereció el titular de Patochada en algún periódico. Daba para pensar que se trataba, efectivamente, de una inocentada. Pero no: eran varios los medios que daban la noticia de ese 1.515 frente a 1.515 que dividía a la asamblea de cupaires entre los que querían apoyar a Mas y los que no querían hacerlo. Sí hubo el calificativo de «pucherazo» para tal situación y no era de descartar que fuese o una forma de soltar un nuevo «payo, dame argo» hacia el extinto JxS o una estratagema para abandonar el asambleísmo y pasar al confortable «centralismo democrático» o, sencillamente, a que el que manda, manda, como se verá el próximo día 2 mientras el reloj de nuevas elecciones ha iniciado su tic-tac. Para mí, la «patochada» no era tanto el resultado de las votaciones sino el planteamiento mismo del problema: una parte prefería la independencia frente a Madrid al coste social que fuese y otra no podía aceptar la dependencia frente a Bruselas, que es lo que Democràcia i Llibertad han llevado en su programa electoral para el gobierno de Madrid.

Porque ese ha sido otro asunto que pensé que era una inocentada. La división, en el PSOE, entre los que quieren pasar a ser oposición directamente y los que quieren llegar a tal estatus pasando por la presentación de Pedro Sánchez como candidato a la Presidencia, siempre, eso sí, que Podemos deje de lado su pretensión de convocar un referéndum de autodeterminación, cosa que, obviamente, solo puede hacer si está en el Gobierno, visto lo visto. El tic-tac para nuevas elecciones suena de forma diferente a lo que pasa en Cataluña, pero sonar, suena. Pero ahora con la música de la diferencia entre secesionistas, independentistas, soberanistas, federalistas, nacionalistas (culturales, por supuesto) y algún adjetivo más que se me olvida.

Siempre se puede pensar que, en ambos casos, se trata de una sutil forma de inocentada: la que nos gastan haciéndonos creer que es exactamente eso lo que está en discusión y, por supuesto, por nuestro bien. Hay, desgraciadamente, otras versiones menos flamantes y más cutres: poder. Poder dentro de la organización ya que el poder fuera de la organización parece que se da por perdido. Arreglos de familia que se presentan como si fuesen arreglos para todos y con todos.

Había más inocentadas, aunque esta no acabo de saber si lo era realmente. Me refiero a la pretensión del Consell de quitar la condición de ser titulado superior para disfrutar del cargo de asesor gubernamental. No es cosa de ponerse elitista, vistos los titulados superiores que son analfabetos funcionales. Es, sencillamente, ver qué dice la norma y si esa norma se aplica a los que les contratan. Claro que el político que les contrata como asesores, con o sin título él/ella a él/ella, no tiene por qué ser titulado superior porque le basta y le sobra con la voluntad popular que, con su voto, le ha colocado en tal puesto. ¿Seguro? No lo estoy tanto: han sido puestos a dedo en un lugar de la lista que sea «seguro», ese sí, aunque ciertos rituales aparentemente democráticos se han puesto en práctica en el mejor de los casos, que no en todos. Y, una vez elegidos (primero por el redactor de la lista cerrada y bloqueada y después por el voto más o menos consciente de lo que estaba haciendo y de lo que estaba votando), han sido puestos en ese cargo no por la voluntad divina ni, mucho menos, por la voluntad popular, sino por arreglos y enjuagues entre familias propias y ajenas sin que la titulación (cosa que me parece bien) haya sido tenida en cuenta. Si no importa para unos, no sé por qué importa para otros.

Pero no nos pongamos trascendentes y pensemos en la posibilidad de repetir una «cremá» de Hogueras en Navidad. No es mala idea el buscar la simetría entre el solsticio de verano (San Juan) y el de invierno (Navidad). De hecho, la base astronómica del nacimiento de Jesús y de su precursor («es necesario que Él crezca para que yo disminuya», que diría el Bautista) es la misma que la de algunos rituales masónicos. Pero no sé por qué no añaden el equinoccio de septiembre y, sobre todo, el de marzo (ay, no, ahí no, que coincidiría con San José y eso no lo permite ningún defensor de nuestra inocencia).

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