Da vértigo la rapidez con la que pasan los años. Echas la vista atrás y te sorprendes de la rapidez con la que se desenvuelven los días, meses y años. Miras cinco años atrás y parece que lo tienes ahí al lado todo lo que ocurrió y que casi lo puedas tocar con las manos dada la facilidad con la que tu cabeza recuerda recuerdos lejanos, pero que nos parecen cercanos. De suyo, parece que fue hace poco cuando dábamos la entrada al año 2015 y esperábamos muchas cosas de él. Muchas de ellas se han conseguido, y pero otras quedaron en el tintero. Y no me refiero a esos objetivos que siempre se pone uno de los típicos de «a ver si este año estudio una lengua, empiezo a hacer deporte, busco más tiempo libre para mí», etcétera. Me refiero a objetivos que «deben ser cumplidos», porque está visto que aquellos, para muchas personas son siempre los objetivos del deseo pero no de las realidades, porque nunca se ponen las ganas para empezar a hacerlo. Porque el deseo sin organización para cumplirlo, y sin medios y recursos para llevarlos a cabo, son deseos y en eso se quedan siempre.

Pues bien, una vez concluido el 2015, ya tenemos puestas las miradas en lo que quedó por hacer de este año que ya es pasado y aquellos retos que debemos superar, alcanzar y lograr en este nuevo 2016. Que en el ámbito de la justicia son muchos los que hay pendientes. Y ello, porque pese a que se trabajó mucho en los últimos 14 meses y dio lugar a una vorágine legislativa nunca vista en tan corto periodo de tiempo, cierto es que se quedaron algunas cuestiones que deben ser aprobadas en esta nueva legislatura que comienza. Y esperemos sinceramente que lo haga cuanto antes, porque el país no puede estar a la espera con el freno de mano echado en unos momentos en los que se necesita empuje serio, ideas y ganas de hacer bien las cosas para dar una gran vuelta a lo que queda de la crisis, que ya es bastante menos que hace unos años, y acabar de salir de ella, porque todavía hay muchas personas que lo siguen pasando mal.

Entre otros temas debemos destacar la necesidad de regular adecuadamente por una ley integral la situación de las personas que sufren discapacidad y minusvalías, englobando en ambos conceptos a toda la amalgama de situaciones en las que las personas tienen limitaciones, porque se han ido llevando a cabo reformas dispersas en algunos textos, pero queda por aprobar una ley integral de la discapacidad que aglutine soluciones reales, prácticas y que se ejecuten, por ejemplo, en los supuestos de intervención judicial ante estas situaciones de discapacidad. Es preciso, también, aprobar una ley de mediación penal que permita que las mesas de los juzgados penales se vayan vaciando y permitamos incorporarse a esta vía a profesionales de distintos colectivos que pueden aportar mucho en la justicia penal para conseguir acuerdos entre las partes y agilizar la justicia penal, evitando que las víctimas tengan que comparecer continuamente en los juzgados. La justicia penal no exige que todo tenga que llegar a un juicio, una sentencia y una ejecución. Sí en los casos en los que por su gravedad se exige la intervención firme del sistema penitenciario, pero no en otros. Además, con ello permitimos trabajar en un área nueva a abogados, procuradores, economistas, médicos, criminólogos, psicólogos, enfermeros, trabajadores sociales, educadores, arquitectos, aparejadores, ingenieros y muchos otros colectivos puedan tener en el campo de la mediación penal unas nuevas posibilidades de trabajo que, a su vez, descarguen a la justicia. Por otro lado, quedó pendiente, también, un código de comercio que defina con claridad el régimen de contratos y dé respuesta a todas las situaciones contractuales del comercio. También, de una vez por todas, deben resolverse las carencias que existen en justicia en materia de adaptación a las tecnologías, porque no hay derecho -nunca mejor dicho- que la justicia sea la última en incorporarse a las nuevas tecnologías y no nos podamos aprovechar de todas las novedades que en otros campos y órdenes siempre se aplican.

Pero sobre todo, lo que debe hacerse de una vez por todas es confiar en la gente que sabe cómo afrontar soluciones en cada área. Porque uno de los grandes males de este país es que a los que saben no se les pide opinión en los temas de calado e importancia, y por esta vía empezaremos a mejorar. Que gente en este país que sabe hay. Y mucha. Por ello, a ver si en 2016 se cuenta más con los que saben, con los mejores en cada área y con los que ofrecen soluciones en lugar de problemas.