Las tradiciones son lo que son, y tienen el valor que tienen. Por eso, porque se conservan, se transmiten de padres a hijos generación tras generación. Las hay, sin duda, que a estas alturas del siglo XXI y en una sociedad que se dice avanzada deberían sufrir variaciones, adecuaciones e incluso algunas, que todavía quedan, que suponen por ejemplo consentir el maltrato animal, habría que abolirlas definitivamente. Y no debería ser su conservación o supresión una cuestión política, se puede ser perfectamente de izquierdas y amante de las tradiciones. Pero hay tradiciones que parece mejor dejarlas como están, porque representan unos hechos, históricos o leyendas, que se han contado de la misma manera durante siglos. Y hablo en concreto de las cabalgatas de los reyes magos y de la ocurrencia que han tenido en Madrid, en el Ayuntamiento gobernado por Manuela Carmena, de contar con una reina maga en la cabalgata de alguno de sus distritos. No sé cómo se lo tomarán los niños, porque aunque en algún caso parece que se trata sólo de vestir de rey a una mujer -como ya se hace de toda la vida en muchos pequeños pueblos en los que las mujeres tienen mayor disponibilidad de horarios que los hombres del campo-, en algún barrio más reivindicativo con la visibilidad de las féminas han expresado su intención de ir más allá y de que o bien Melchor o bien Gaspar vaya con ropas de mujer. ¿Y por qué no Baltasar? Alguien debería explicarlo. Aquí, por ejemplo, se van dando grandes pasos en la integración de la mujer en un tema tan tradicional como el de las fiestas de Moros y Cristianos. Además de la incorporación femenina de pleno derecho en Alcoy, en Villena han decidido recientemente que las mujeres puedan ser capitanas y alféreces, como ya ocurre en otras poblaciones, y además, la edil de Igualdad, de Los Verdes, abre incluso la puerta a que los cargos de regidora o madrina puedan ser ostentados por hombres. ¿Se imaginan ustedes que lleguemos a ver en Alicante algún día al belleo del foc y sus damos de honor?
