Como un torrente

Mi columna está enclavada en la sección Cultura y Sociedad. No se extrañe el lector, por tanto, de que mis escritos se centren esencialmente en el teatro puesto que, además, ha sido (y es) mi medio natural como profesión y como afición. No pretendo hacer crítica teatral puesto que ya existen voces autorizadas que la ejercen, pero sí intento comentar -y sobre todo orientar- lo que se cuece en España y lo que se cocina en Alicante. Y espero que, modestia aparte, mi experiencia pueda servir para algo puesto que esa experiencia me permite atribuirme cierto criterio, dentro de mi lógica subjetividad que intenta ser objetiva. Dicho lo cual, continúo contándoles mi semana artística que, tras la Lucía barcelonesa continuó en Madrid, ciudad que bulle más que nunca en lo que al teatro se refiere. Y sin duda son los teatros nacionales los que en estos momentos se llenan de un público que huele la calidad. Como muestra un botón: la calidad interpretativa del elenco de Los hermanos Karamazov, versión teatral de la famosa novela de Dostoievski, emociona en sus tres horas largas de duración; y Juan Echanove es como un torrente que arrasa con todo. Como le dije personalmente, creo que realiza el trabajo más importante de su importante carrera, que recuerda las grandes interpretaciones de un José Bódalo y que, como las de éste, está llena de humanidad y cercanía. Sólo seis semanas en una de las salas del Centro Dramático Nacional (Teatro Valle Inclán), y sin perspectiva de gira, no justifican el esfuerzo (y el gasto) realizados para que lo vean solo residentes y visitantes, ya que como todas las unidades de producción del Estado la pagamos entre todos; por otro lado, la programación de las obras de los teatros públicos es tan corta que es imposible verlas todas salvo que nos desplacemos todos los meses a la capital. Y si hablo de Juan Echanove, no le va a la zaga Carmelo Gómez, en un trabajo espléndido y apasionado en el que se mete en la piel de El alcalde de Zalamea, de Calderón de la Barca, probablemente la obra más emblemática de nuestro teatro clásico, con la que se reinaugura el teatro de La Comedia, sede oficial de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Sirven aquí las mismas consideraciones anteriores, aunque esta compañía sí tiene prevista gira al menos en algunas ciudades de España y Latinoamérica. ¿Y por qué no Alicante? De nuevo la cortedad de miras en cuanto a la amplia difusión de las obras teatrales de interés sufragadas con fondos públicos. La nueva dirección de nuestro Teatro Principal acaba de presentar la programación para los primeros seis meses del año 2016, en un vuelco total en cuanto a la filosofía de programaciones anteriores. Y les aseguro que lo anunciado es, en general, muy interesante; otra cosa será la respuesta del público, acostumbrado a asistir a espectáculos cuyo gancho esencial se ha basado en los actores televisivos participantes en los diversos montajes presentados. Paco Sanguino busca nuevos públicos e intenta atraer a los jóvenes espectadores hacia un teatro de calidad y de compromiso; es un intento loable pero con resultado incierto, ya que los precios siguen siendo una barrera para este público con presupuesto ajustado. El teatro, objetivamente, no es caro; pero para muchas economías resulta poco accesible: por el precio de una localidad de teatro pueden verse cuatro o cinco películas, afición habitual de los jóvenes. Se imponen pues los precios políticos, para lo que es indispensable mayor presupuesto para el teatro... y no parece que la propiedad de nuestro primer coliseo esté por la labor, al menos en las circunstancias actuales. Y ya que mi anterior artículo lo titulé El regalo, ¿por qué no incluir en esta costumbre social unas entradas para una buena obra de teatro, un ballet, un concierto? Feliz Navidad, amigos.