Recuerdo perfectamente que el primer partido televisado del que fui consciente enfrentaba a Elche y Pontevedra. Lo vi en un aparato «Iberia», en blanco y negro, en la casa de mi amigo Jesús Mari. En aquella pequeña pantalla aparecía un equipo, el gallego, que vestía íntegramente de oscuro y otro, el ilicitano, cuya indumentaria era blanca con una franja horizontal negra en el pecho: el blanco y negro me impedía comprobar el granate de unos y el verde de la raya de otros. Me quedé impresionado de Lico, el debutante. A partir de aquel día, mis amigos me llamaban Lico, cada vez que jugábamos al fútbol, por el parecido físico, que no técnico. La verdad, aquella franja nos cautivó a todos.
