Dos estadísticas han sobrevolado durante los últimos días la demografía provincial constatando sendos rasgos que, si bien se intuían, no habían sido confirmados por los fríos guarismos. Por un lado, desde hace muchas décadas, probablemente desde la Guerra Civil, no se había registrado un saldo negativo como consecuencia de inscribirse en los registros correspondientes más defunciones que nacimientos. La reducción de la natalidad conduce a esta realidad que debemos considerar alarmante por las consecuencias que provoca por cuanto si el promedio actual se mantiene durante cierto tiempo el crecimiento de la sociedad española está seriamente amenazado. Una situación que entronca con otro dato escalofriante como es el que muchas mujeres han optado, voluntariamente o involuntariamente, por no ser madres, debido a las circunstancias económicas, personales, biológicas o de otro rango, lo que conlleva una cierta sensación de fracaso social. Como también supone cierta decepción, la abultadísima cifra de trabajadores de la provincia que durante el primer semestre de 2015 han optado por coger las maletas para emprender un rumbo allende de nuestras fronteras en busca de una oportunidad profesional que no encuentran cerca de sus hogares. La situación ya comenzó a llenar titulares de prensa cuando la crisis económica se desató virulentamente, pero quizás sea ahora cuando resulte más llamativo si tenemos en cuenta que los indicios de recuperación económica están inundando todos los guarismos de la coyuntura nacional. Es evidente que falta fe en la efectividad de esa reactivación o tal vez se siga apostando por encontrar en otros derroteros un futuro profesional para el que una generación entera se ha preparado de forma tan concienzuda, pero a la que no hemos sido capaces de preservar junto a nosotros.
