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Javier Mondéjar.

El puro de Rajoy

Aunque me torturaran colgándome de los pulgares no sabría decir para qué sirve una campaña electoral y muy hábiles tendrían que ser los torturadores para sacarme qué utilidad tiene un diputado por Alicante. Pero ese ya es un tema mayor que pone en cuestión ideas políticamente correctas sobre el parlamentarismo democrático y la democracia representativa, y no tengo humor para elucubrar. Mi pregunta es: ¿Le importan a alguien los candidatos por la provincia? Item más: ¿Podría un partido presentar una escoba animada?, ¿le aportaría más o menos votos que un primer espada? Y sobre todo: ¿Qué hacía Rajoy viendo el debate en Doñana y fumándose un puro a nuestra salud?

Como soy un ingenuo irredento me encantaría que los electores fueran muy sensibles con los gestos de los candidatos, de forma que actitudes de argumentario, cálculo electoral y promesas derivadas de las encuestas de Remigio fueran castigadas como se merecen. No va a producirse esto: los «hooligans» votan lo mismo aunque a su «balón de oro» le hayan fotografiado llevándose la caja fuerte del banco a plena luz del día (le reconocieron porque estaba fumándose un habano al mismo tiempo que leía «Marca»). Es más el odio a los otros que el amor al propio y ese forofismo se da entre irreductibles de derecha, centro e izquierda. Un motivo genial para ahorrarnos la campaña y que dejen de tomarnos el pelo.

Por otra parte si ya es aburrido el debate entre los líderes maravillosos -bueno, entre casi todos, hay uno que les espera en Doñana a ver si se cansan, aunque cuando vuelva, como se den mal las cosas, puede que la «seño» le haya robado el pupitre- los debates entre líderes locales (¿?) exceden del aburrimiento para irse al rincón de los adjetivos como sopor, letargo o incluso coma. No tuvo la culpa Radio Alicante, pero me tragué enterito por Youtube el debate entre los cuatro y no tuve ánimos para salir a entrenar esa tarde, me quedé «embolillao» con el gato Aramis y una manta de pelo.

Una hora para no decir nada. Incluso sesenta minutos en los que una candidata, la de Podemos, se limitó a leer -incluso con mala voz y sin ninguna convicción- un papel que le habían escrito y otro, el del Pepé, que no mencionó ni un tema de la provincia, entre otras cosas porque él es «cunero» y le han mandado aquí como podían haberle mandado a Cuenca (y hace la misma campaña, claro). En comparación los candidatos de PSOE y C's te hacían bostezar un pelín menos (pero un sí es no es menos, tampoco vayan a creer). Hasta el moderador estuvo a punto de irse a dormir la siesta, pobre. Yo lo vi en diferido porque me debo a mi público y era mi obligación, pero les juro que hay millones de maneras mejores de desperdiciar una hora y si no pulse el botón de stop es por la parálisis que me sobrevino del estupor.

Propongo que se ahorren los candidatos y pongan un locutor profesional de esos que hacen anuncios de coches que vaya leyendo -con entonación, vibrante y convencido- el argumentario que toque en cada caso. Sería un mitin automático, como las confesiones modernas en algunas iglesias. Si el Vaticano ha sustituido a los curas a la hora de vaciar de pecados el alma de sus creyentes, no veo porqué no nos podemos librar de escuchar a futuros diputados que engrosarán una bancada y poco más harán por nuestros intereses.

Y no quiero irme sin darles la buena nueva: «La ideología ha muerto». O los candidatos -todos- van al posibilismo de la encuesta y a lo políticamente correcto para no meter la pata, o mienten directamente. No sé qué es peor.

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