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Jesús Javier Prado

Votos y mazapanes

Pues mire usted -me espeta una señora de mediana edad con evidentes síntomas de ansiedad, asaltándome a las puertas del periódico- el bipartidismo será lo que se quiera, pero te ahorraba un porrón de complicaciones: antes, o gaviotas surcando el azul del cielo o rosas rojas marchitas en el jardín, no había que darle más vueltas. Pero es que ahora esto es un sin vivir, un ¡ay! permanente, qué tensión, por dios: el otro día en los prolegómenos -¿qué rayos querrá decir prolegómenos??- del debate de La Sexta, el marido de la Pastor -ya tiene ganado el cielo ese hombre, ya?- me subió de tal manera la presión cardíaca que le dije a mi marido, Paco dame ahora mismo un lexatín, que estoy que me como las paredes. Por un instante me pareció que de un momento a otro aparecerían los helicópteros de Apocalise Now en el plató, con la música de «Así habló Zaratrusta» de fondo y a todo meter, abriendo fuego contra los candidatos. Por cierto, pobres, los candidatos, allí de pie todo el rato, sin un mal atril tras el que parapetarse de las miradas y mala baba de los telespectadores, que la gente es muy mala. Y es que el futuro será digital, pero estamos viendo más televisión que nunca, pregunte, pregúnteme, que me lo sé todo: a Rajoy le gusta andar a toda pastilla y mojar pan con aceite, a Rivera nadar y dar vueltas de campana cuando hace «rallies» con Calleja, a Iglesias cantar y sonreír, sonreír cuando se levanta a las seis de la mañana, y a Sánchez... a Sánchez más le vale que le guste recibir mamporros de todos sitios, porque le está atizando hasta el apuntador. Y mi marido venga a preguntarme un día sí y otro también que si ya he decidido mi voto, mira que es cansino ¿Es que aún no se ha enterado, tras más de veinte años de dulce vida en común, que las mujeres somos más complejas, más sensibles y por tanto estamos más abiertas a la duda razonable, a la reflexión serena? ¿Es que hace falta que le repita, otra vez, que nuestro cerebro es más dúctil y maleable y que tiene mayor neuro-plasticidad? Y yo qué sé a quién voy a votar, le digo: si no sé aún qué voy a hacer para la cena de Nochebuena -¿pollo en pepitoria con nueces de macadamia ? ¿cogollos de merluza glaseados con reducción de Pedro Ximénez? ¿Solomillitos de ventresca con brócoli vaporizado?- como para saber a quién votar. Porque esa es otra: si ya de por sí necesitamos que la fuerza nos acompañe para sobrevivir a los apretones del último mes del año, a las cenas de empresa y a la puñetera Navidad, sólo nos faltaba añadirle una campaña electoral, qué barbaridad. Y luego dicen que a España le falta productividad, pero qué quieren. Además, yo me tomo dos figurillas de mazapán, un trozo de turrón a la piedra y una copita de mistela y me transformo, como se lo cuento...

?pero no me líe, oiga, no me líe, y a lo que iba: que este nuevo tiempo, como dicen los cursis, es un follón: ¿pues no aparece el otro día mi suegro, ferroviario jubilado hace más de treinta años -con diferencia el que mejor vive de toda la familia, ya se lo digo yo, porque además hace lo que le da la gana?- natural de Ciudad Real, con noventa y cuatro años va para noventa y cinco, y se arranca subido a la banqueta de la cocina diciendo a voz en grito que «ya es hora de que una fuerza disruptiva irrumpa en la sociedad y acabe con el régimen que las oligarquías instauraron en la Transición, y que por eso voy a votar a la CUP». Como lo oye. A mi marido le empezaron a entrar sudores fríos, yo me tuve que tomar otro lexatín, y mi hijo de diez años fue el único que se mantuvo en sus cabales al preguntar que porqué Messi no se presentaba a las elecciones, y si Cristina Pedroche iba a volver a presentar las campanadas con ropa, o como el año pasado. Así que así estamos, como le digo, en un sin vivir, y aún falta una semana. Y el belén, sin poner; y el amigo invisible (invisible por decir algo, porque por decimotercera vez me ha tocado mi cuñada, para variar) sin comprar; y el pannetone, sin encargar. Pero sabe qué le digo, que ya está bien. Que una, a estas alturas de la vida, ya ha visto mucho. Y que con lo que llevamos ya es más que suficiente, y yo ya me he hecho una idea de lo que mi país necesita y de lo que la sociedad requiere. Así que tras mucho pensarlo, y como fría venganza a la discriminación que su partido está sufriendo por parte de todas las televisiones, radios y periódicos, lo tengo meridianamente claro: mi voto va a ser para Rosa Díez, ea?».

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