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Contracrónica

Breve parada en Orihuela con la mente en Kabul

La única aparición de Mariano Rajoy en la provincia en su carrera hacia el 20D se vio oscurecida por el atentado en la embajada española en Afganistán

El ataque terrorista a la embajada española en Kabul planeó ayer de principio a fin sobre la única parada de Mariano Rajoy en la provincia en su carrera hacia el 20D. El atentado alteró y condicionó la hora de inicio, la duración de los discursos y el paseo posterior previsto tras el acto celebrado en la Glorieta Gabriel Miró de Orihuela, al que acudieron unas 2.000 personas, muy pacientes con el retraso de una hora por las gestiones presidenciales por los sucesos de Afganistán. No suele fallarle al PP el bastión de la capital de la Vega Baja, principal municipio de la Comunidad Valenciana en el que gobierna -con el apoyo de Ciudadanos- tras la debacle del pasado 24 de mayo. Eso sí, lejos quedan los tiempos en los que el empresariado se cuadraba y acudía presto a este tipo de convocatorias. Ayer no hubo ni rastro de ningún dirigente de la patronal, mucho más equidistante en estos tiempos que corren.

Un aire de preocupación y tensión latente pesaba en el ambiente de la Glorieta oriolana desde que a primera hora de la tarde las noticias que llegaban de Kabul causaron sobresalto en la caravana electoral del candidato Rajoy. En medio de un considerable despliegue policial -«el habitual en los mítines del presidente», matizó un miembro de la seguridad-, el primero en llegar al lugar del acto fue el ministro de Exteriores y cabeza de lista al Congreso por la provincia, José Manuel García-Margallo, que anoche mismo viajaba rumbo a Cartagena de Indias (Colombia) para participar en una cumbre iberoamericana sobre las elecciones venezolanas. El cabeza de lista tiene previsto reincorporarse a la campaña en Alicante el próximo lunes.

Eran las 18.27 cuando Margallo recibió a Rajoy, que llegó a la Glorieta con el semblante serio y algo circunspecto. No era por las noticias de los presuntos comisionistas del PP Gómez de la Serna -apartado fulminantemente de la campaña- y Arístegui, ni tampoco por los gastos de la tarjeta del exdirector de Castilla-La Mancha Televisión, Ignacio Villa. Su preocupación se debía al ataque terrorista de Kabul y su primera ocupación fue atender a las decenas de periodistas y cámaras de televisión que aguardaban su explicación en directo de los hechos. En primera instancia el presidente le restó gravedad al estado del policía español, pero al cierre del mitin comunicó su muerte y expresó su solidaridad. No estuvo nada fina ayer la cadencia informativa del Gobierno en funciones, que primero habló de atentado contra la embajada y luego de un ataque a la casa de huéspedes anexa a la legación española.

Superado el «canutazo» con los medios, Rajoy se dirigió hacia el escenario, en el centro de la plaza, para dar inicio a un acto al que se contagió la frialdad del ambiente político y diplomático. Suprimida la megafonía con la música del himno del PP en señal de respeto por el ataque de Kabul, los primeros parlamentos -los del alcalde Emilio Bascuñana , el presidente provincial José Ciscar y García-Margallo- resultaron tan planos y faltos de ritmo como breves. El tono y el énfasis subió con la secretaria regional, Isabel Bonig, que prometió a Rajoy «el inicio desde Orihuela de la reconquista de la Comunidad» y estuvo poética con citas hídricas de Miguel Hernández -«Contemplad mi tierra, contemplad mi pueblo. El corazón es agua»- y Antonio Machado -«He visto beber hasta en los charcos del suelo. Caprichos tiene la sed»-.

Con la mente puesta en Kabul, Rajoy cerró el acto en apenas 15 minutos de intervención, en la que presumió de experiencia, sacudió al PSOE por su herencia económica y previno, sin citarlos, contra los emergentes, «recién llegados hace un cuarto de hora». Tenía prisa por acabar el presidente, que se puso rápidamente al teléfono a pie del escenario para recibir más noticias de Kabul. Eran las 19.30 cuando Rajoy decidió suspender el mitin de media hora más tarde en Murcia y se dio su «pequeño baño de masas» entre un largo pasillo humano formado en la Glorieta por un público muy heterogéneo en edad que le asedió con besos, fotos y peticiones de «selfies».

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