Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José María Asencio

Jueces y sufragio universal

Propone Podemos en su programa electoral que el Consejo General del Poder Judicial sea nombrado directamente por sufragio universal. Los ciudadanos elegirían a los magistrados y juristas de reconocido prestigio que ocuparían esta alta institución del Estado en unas elecciones abiertas de las que poco o nada se dice.

Todo muy hermoso, pero poco meditado y menos elaborado. Una propuesta muy democrática, pero que puede tornarse en extremadamente peligrosa para la justicia cuya legitimidad no radica en la voluntad popular representativa, sino en la independencia de los jueces y su sumisión exclusiva a la ley. La independencia, cuando se trata de impartir justicia con arreglo a la ley, no es compatible con el sometimiento al escrutinio popular, muy sensible a influencias de todo tipo.

Nada se nos dice por Podemos de la forma en que habrían de presentarse las candidaturas, si éstas se promoverían por las asociaciones judiciales, cuyos vínculos ideológicos con ciertos partidos son fácilmente reconocibles aunque no sean equivalentes, por los partidos directamente, algo no deseable o de forma individual, pudiendo presentarse cada candidato sin más aval que su prestigio o su actuación necesariamente pública y, cabe entender, capaz de captar la atención del votante.

Someter a jueces y magistrados a unas elecciones, significa que deban ser reconocidos por los electores. Deberán, pues, hacer campaña, la cual, nadie puede dudar, dado el espectáculo que supone este trance democrático, se habrá de traducir en una exposición pública del candidato, de sus ideas, sus proyectos y trayectoria. Un juez, que por esencia debe permanecer en el anonimato y solo representado por sus resoluciones, deberá explicar cosas que a nadie deberían interesar y que, desde luego, es muy dudoso que pudieran reconducirse a sus sentencias, salvo las que tienen tirón popular. Si algún juez tuviera en el futuro interés en formar parte del CGPJ, debería desde que tomara conciencia de sus aspiraciones, generar un ambiente propicio para su conocimiento público. Y la mejor forma de hacerlo es aparecer como un personaje mediático, como el terror de corruptos, infantas, famosos y famosillos. Jueces estrella impactantes, cercanos a veces al esperpento, incompatible con su función. Debates en los medios, operaciones espectaculares, detenidos a cientos, presos por cuestación popular. Porque eso es lo que vende y hace famoso. El juez que trabaja en su despacho con calma y sosiego nada podría ofrecer ante un público ansioso de sangre, de «justicia» ejemplar debidamente dirigida, de represión. Un juez en manos de quienes le pueden ofrecer la necesaria cobertura mediática o de aquellas organizaciones que tutelen sus aspiraciones identificándose con ellas.

La democracia directa choca con el Poder Judicial, incluso con un órgano político como es el CGPJ, cuyos integrantes, afortunadamente, han de reunir determinados requisitos en orden a sus cualidades jurídicas. Jueces, magistrados o juristas de reconocido prestigio. No vale cualquiera, lo que aleja este órgano de una composición provista por políticos profesionales carentes de formación, pero sabios en todo. No alcanzo, por tanto, a comprender cómo se va a estructurar una designación por votación popular que garantice las obligaciones de jueces y magistrados derivadas de su deber de independencia e imparcialidad y que, a la vez, proporcione a los electores elementos de juicio suficientes para conformar su decisión. Sin duda lo que se espera es que los candidatos aparezcan comprometidos con las fuerzas que los promuevan. Sin ir más lejos, la otra noche, Pedro Sánchez, cuya prudencia no alcanzo a detectar, venía a reducir a la categoría de buenos jueces a aquellos que se identificaban con su programa y, concretamente, a los que se oponían a los desahucios, a la banca, etcétera? Le da igual a quien aspira a ser presidente del Gobierno que la ley vigente establezca una cosa determinada; el buen juez es el juez político progresista que se enfrenta a la ley imponiendo por encima de ella interpretaciones que se corresponden con la línea de un partido.

Los jueces que aplican la ley, aunque no les guste, no solo merecen ser calificados de malos profesionales, sino que poco o nada podrían esperar para el caso de presentarse a esas elecciones que se prometen como la panacea de la democracia y que darían lugar a magistrados perfectamente identificados con los partidos que deberían auparlos a los puestos demandados. Mucho peor el remedio que la enfermedad.

Déjense de inventos y vuelvan al sistema de devolver a los magistrados su capacidad de elegir entre ellos a quienes han de ser miembros del CGPJ. Cierto que perderán los políticos influencia en dicho órgano, pero eso es lo que conviene al Estado de derecho. Mucho más tras el penoso debate del otro día. Lo que sucede es que cuando se leen las propuestas, decididamente lamentables en esta cita electoral, ambiguas y generales, se comprende que prefieran silenciarlas y sustituirlas por el ataque el adversario y las promesas de destruir lo hecho sin proponer ninguna alternativa. Da miedo.

Nota: pido encarecidamente que nadie publique y pegue carteles referidos al señor Pavón. Nos cuesta un ojo de la cara quitarlos. La censura y la mordaza no salen gratis. País.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats