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Juan José Millas

Tierra de nadie

Juan José Millás

Cuanto antes, mejor

Cinco de los cinco candidatos a la Presidencia del Gobierno de España son hombres. Cuarenta de las cuarenta víctimas mortales por violencia de género en 2015 son mujeres. ¿Sabe usted cuántas directoras de periódicos hay, cuántas académicas, cuántas subsecretarias, cuántas presidentas de multinacionales? Los cardenales y obispos de la Iglesia son en su totalidad varones, igual que los sacerdotes y el Papa. Hay que descender mucho en la pirámide jerárquica para dar con las monjas, dedicadas a la limpieza de los palacios episcopales y cardenalicios. Los hombres dicen que les gusta trabajar con mujeres porque queda bien, forma parte de las corrientes de pensamiento en alza. Pero si eso fuera cierto ellas ganarían lo mismo a igual labor y ocuparían al menos el 50% de los despachos de las cadenas de televisión, en vez de inundar las redacciones. Algo no funciona. El problema es que no nos damos cuenta de que no funciona.

En cuarenta años de democracia, con elecciones cada cuatro, ninguna mujer ha alcanzado la Presidencia del Gobierno ni la de Telefónica ni la de Iberia ni la de Repsol ni la de Endesa ni la de El Corte Inglés, y solo una (Ana Patricia Botín) está al frente de un banco. Ninguna ha dirigido la Guardia Civil ni la Policía Armada, ni la Sociedad Europea de Apicultura, caso de que exista. Significa que nos sobran motivos para escandalizarnos y para defender a muerte las cuotas, aunque ni una cosa ni otra. Actuamos como si la igualdad se hubiera alcanzado o estuviera a la vuelta de la esquina. Le cuentas a un joven que su madre o su abuela no podían obtener el pasaporte o viajar o abrir una cuenta corriente sin el permiso de su marido, y te observa espantado, como si le hablaras de un siglo pretérito. Pero sucedió ayer y quizá podría volver a suceder mañana si no nos andamos con cuidado.

Y la verdad es que no nos andamos con cuidado. Me doy cuenta de ello en estos días de una campaña electoral en la que tampoco las mujeres alcanzan la presencia que les correspondería por simple justicia distributiva. Pero no sabemos cuánto tiempo tendrá que pasar para que nos espantemos de ello. Aunque cuanto antes, mejor.

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