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La valentía de Cipriano

Mi compañero, y sin embargo amigo, Cipriano Torres, que suele clavarla un día sí y otro también, volvió a dar en la diana en la columna de ayer, dedicada a Teresa, la TV movie con la que la televisión pública se sumaba al centenario de la santa. Al señalar sin tapujos cómo debido a la mala pronunciación de la actriz Marián Álvarez todo lo demás se iba al traste, voluntaria o involutariamente el bueno de Cipriano estaba lanzando un proyectil a la línea de flotación del sistema. Cuando aludimos al sistema lo hacemos al star system, al mundo de la farándula, de la cultura oficial, de los premios, de las academias y de los festivales más reputados.

Marián Álvarez no es una mindundi. En 2013, es decir, anteayer, ganó sin despeinarse, y de forma consecutiva, la Concha y el Goya a la mejor actriz. Y viene Cipriano Torres a contarnos que quien se supone es la mejor intérprete para el jurado donostiarra y para los académicos españoles, no hay dos frases largas que se le entiendan. Vamos, que se atreve a decir que el rey está desnudo.

Para demostrar la osadía del columnista, baste recordar que ayer mismo Óskar Belategi, en su crítica televisiva publicada en todas las cabeceras de Vocento afirmaba cómo Marián Álvarez estaba «sencillamente perfecta». Parece que Óskar también pertenece al sistema, asiste a los Festivales de San Sebastián y Málaga, contribuye a transmitir el mensaje laudatorio que en ellos se crea, y a perpetuar el discurso dominante.

Esto me recuerda, en el terreno televisivo, a mi obsesión con la mala entonación a que nos somete Ana Blanco. Algo que, al parecer, sólo perciben mis oídos, porque nadie dice ni mu. Una presentadora que se salta los puntos y encabalga oraciones diferentes cuando se le antoja va a recibir la semana que viene el Ondas a la mejor presentadora. El sistema es el sistema. Y nada como estar instalado en él.

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