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Javier Llopis

La travesía del desierto

Hay anécdotas que por sí solas son capaces de explicar toda una historia. El traslado de la sede del PP desde la plaza de España a Roger de Llúria es un perfecto resumen del actual estado del partido que tradicionalmente ha representado a la derecha de Alcoy. Los populares pasan de una zona noble, situada estratégicamente en el mismísimo corazón de la ciudad, a una de esas calles secundarias por las que sólo se transita cuando uno tiene que ir a ellas para hacer alguna gestión. El traslado se produce a los pocos meses de que el Partido Popular obtuviera el peor resultado electoral de su historia, pasando de ser la formación más votada a ocupar un modestísimo cuarto puesto con una exigua representación de cuatro concejales.

Aunque desde la dirección del partido se justifica eufemísticamente el cambio de domicilio social señalando que se debe a la voluntad de estar más cerca del ciudadano, la realidad nos dice que estamos ante la expresión inmobiliaria del inicio de una travesía del desierto que puede durar muchos años. Los buenos conocedores de los intríngulis de la gran familia popular coinciden a la hora de señalar que la recuperación será un proceso lento y complicado, cuyo calendario resulta impredecible.

Para llegar a esta situación, sólo comparable los desastres sufridos por los conservadores en los años dorados del sanusismo, el PP de Alcoy ha necesitado convocar a su alrededor a todos los demonios de la política. El golpe más fuerte lo ha recibido desde dentro: el impacto de la candidatura tránsfuga de Jorge Sedano con Ciudadanos es, sin ningún género de dudas, la causa principal de que el partido se encuentre en su actual momento de postración. Al margen de las luchas cainitas, los populares alcoyanos también han pagado un doloroso peaje por las torpezas de los gobiernos de Mariano Rajoy y por los despropósitos de una Generalitat en estado de permanente delirio.

Los populares alcoyanos ni siquiera pueden recurrir al consuelo de haber tocado fondo electoral para decirse a sí mismos aquello de «hemos caído tan bajo; que a partir de ahora, las cosas sólo pueden ir a mejor». La espectacular entrada de Ciudadanos en la política local supone la existencia de una poderosa e inesperada competencia en el mismo segmento ideológico del PP, cuyos dirigentes deberían asumir la existencia del riesgo real de sufrir nuevos retrocesos en las urnas hasta acabar como una formación política residual y absolutamente irrelevante.

Para salir de este atolladero y para recuperar su espacio político, el Partido Popular debería acometer por vía de urgencia una profunda renovación de sus estrategias y de sus mensajes a la ciudadanía. En vez de eso, ha decidido abonarse al monotema de Alcoinnova, convirtiendo el polémico proyecto industrial de La Española en la única vía para expresarse como oposición. Su obsesiva insistencia en este asunto sólo puede interpretarse como un reflejo de la falta de ideas de un partido que todavía no se ha curado de la impresión del inmenso batacazo electoral del pasado mes de mayo.

En vez de ser una alternativa de gobierno, los populares alcoyanos empiezan a transformarse en una garantía de la continuidad de la izquierda en el Ayuntamiento de Alcoy. El que tenga alguna duda al respecto, sólo tiene que analizar la actualidad de los primeros meses de esta legislatura municipal: los debates políticos de mayor calado han sido los que ha mantenido el PSOE con Guanyar y Compromis, quedando el protagonismo del PP difuminado y en un discreto segundo plano. El mapa político surgido de las últimas elecciones, con una derecha en proceso de autodestrucción, ha permitido que Alcoy se convierta en el escenario de un hecho sin precedentes: con sólo nueve concejales, Toni Francés gobierna la ciudad con la misma tranquilidad con que la gobernaría un alcalde con una cómoda mayoría absoluta.

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