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Camilo José Cela Conde

Metáforas

Hace unos días Javier Mariscal, el padre del perro Julián y de la mascota que, ¡ay!, tanto se le parecía diseñada para la olimpiada de Barcelona, anunció que, tras arruinarse, sobrevivía en la calle haciendo de mantero. El golpe que se sentía al leer la noticia era bárbaro. Ahí es nada, el pasar de golpe de icono por excelencia del tipo de diseño que marcó el salto de España a la tan glorificada postmodernidad a vendedor callejero clandestino de gafas, películas y bolsos falsificados. Por suerte un par de días más tarde Juan Cruz -¿quién, si no?- dejó las cosas en su sitio entrevistando a Mariscal en Madrid.

Está arruinado, sí, pero no vive de mantero. Sigue diseñando, escribiendo y dibujando cómo puede. Da conferencias en América. Pasea por la calle y hace declaraciones sobre lo que ve por medio de metáforas. Como siempre, por otra parte. La de la Barcelona aquella de finales del siglo pasado era genial: dentro de un cartel un bar, el cielo y las olas: Bar, Cel, Ona. Ahora, paseando por Madrid, Mariscal sigue viendo metáforas por todas partes. Sabina cantaba que en la capital de España el mar no se puede concebir pero no es cierto: Mariscal lo ve también allí porque las nubes son olas metafóricas en el cielo. Y, hablando de Barcelona, contempla el proceso soberanista como otra metáfora que a la gente de la calle no le preocupa porque viene a ser como una idea de ciencia ficción.

Hacer de mantero es la metáfora que Mariscal aplica al mundo que se ha cargado de un plumazo, de la mano de la crisis económica, lo que era el universo del diseño, de las artes visuales, de la fotografía, de los libros; de la cultura, en suma. No está nada mal aunque tampoco suene tan poética como a él le parece. Y la gente le ha tomado en serio -yo también- creyéndose que ha pasado de diseñar las cosas de Gucci y de Louis Vuitton a vender esas copias falsas un tanto chapuceras que harán, supongo, en China porque allí es donde se hacen incluso las que son verdaderas. Así que Mariscal sigue acertando con las metáforas porque los manteros son los gurús actuales del diseño de antes y lo único que ha cambiado ahora es que lo verdadero y lo falso su ha vuelto una misma cosa.

Salía hace poco en los diarios la noticia de que la mujer de la limpieza de un museo de Italia, el Museion en Bolzano, había tirado a la basura toda la porquería -colillas, botellas vacías, confeti pisoteado, servilletas de papel arrugadas, restos de comida-, los residuos típicos de una fiesta, creyendo que era eso mismo y resulta que no, que era una instalación artística. Será que el arte se nos ha convertido también en una metáfora. Yo lo he vivido en primera persona. Recuerdo una vez que en el Palau de la Virreina de las Ramblas barcelonesas me tropecé con una instalación en la que, en un cuarto vacío, había un montón de carbón tirado en una esquina con una cabra disecada encima y, al otro lado, una escalera de electricista apoyada en la pared. Le pregunté al bedel si la escalera formaba parte de la obra de arte o se la había dejado olvidada un operario y no me supo contestar. Subió hasta las oficinas y tampoco: nadie sabía la razón de la escalera. Ahora me doy cuenta de que era una metáfora, que viene a ser lo mismo arreglar los pomos de la luz que pintar el Guernica porque la ciencia ficción ya nos ha caído encima. Nos hemos convertido todos en manteros de lo que queda en pie, que no es casi nada.

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