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Antonio Sempere

En pocas palabras

Antonio Sempere

Llega la Muestra

Y pensar que habrá ciudadanos, tan respetables como el que más, a quienes la Muestra de Teatro de Autores Contemporáneos se la trae al pairo. Del mismo modo que a mí me cuesta concebir esa indiferencia, seguro que ellos pensarán exactamente lo mismo de mi desdén hacia cualquier partido de Champions, hacia mi supina ignorancia a todo lo relacionado con el deporte rey o a la aversión enfermiza a cualquier carrera de vehículos de dos o cuatro ruedas. No se me ocurre peor tortura que me aten a una silla y me pongan frente a un televisor que conecte en bucle sin fin con un circuito de motos pilotadas por jóvenes tirando a insolentes.

Allá cada cual. A mí me excitan mucho más los vericuetos de la dramaturgia. De ahí que uno de los momentos álgidos de la semana sea el del taller que va a impartir Alfredo Sanzol, a quien le quiero cuestionar, con toda la humildad del mundo, hasta qué punto son precisos los tacos, y me refiero a los tacos recurrentes, en la forma en que los he escuchado de boca de los actores que han interpretado sus multipremiados montajes. Es una manía personal, esta del lenguaje limpio.

Echaré en falta, eso sí, dos títulos que se me antojan imprescindibles si hablamos de autores de aquí y de ahora, La piedra oscura, de Alberto Conejero, y Cuando deje de llover, de Julián Fuentes Reta. Dos montajes que se han venido representando este octubre sobre las tablas. Si la Muestra quiere mostrar lo mejor y lo más representativo, debían estar ahí.

La cuestión es que llega la XXIII Muestra de Teatro de Autores, la nuestra, y uno ya piensa en la de 2017, que será la número 25, algo insólito en una ciudad en la que resulta tan difícil que arraiguen las iniciativas. Máxime si son culturales. Y no digamos si llevan la etiqueta de «contemporáneo» o «contemporánea». La presente edición está dedicada a Ana Diosdado, que se nos fue hace poco como nos gustaría irnos a muchos. Activa hasta el último minuto. Sin sufrimientos ni deterioros que a nada conducen. Habiendo desayunado como día. Reunida con sus amigos de la SGAE. Recuerdo a Ana Diosdado en alguna Muestra de los inicios, como espectadora de El cazador de leones, un monólogo de Javier Tomeo interpretado por José María Pou en el Aula de Cultura de la CAM. En el vestíbulo, y dentro de la sala, hablamos de televisión. Mucho. Todavía resonaban los ecos del éxito de Anillos de oro y Segunda enseñanza y el siguiente proyecto de Diosdado, Yo, la juez, a pesar de tener listo los guiones, no terminaba de ver la luz. Tras encarnar a una abogada y a una docente, la Ana actriz iba a regresar al mundo de la judicatura. Pero no hubo lugar. Tal y como me explicó, la actualidad del país iba tan rápida que los casos planteados quedaban obsoletos. Lo que terminó por paralizar la serie sine die. Aunque no pueda acudir a su homenaje, qué duda cabe que Ana Diosdado va a estar muy presente en esta edición de la Muestra. Que recordaremos, de hecho, con su sello y su sonrisa inteligente.

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