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Compasión, cálculo y más

La foto de Aylan, inerte en la playa que su padre buscaba, previo pago de 4.000 dólares, para obtener una vida mejor, me ha recordado la de aquel niño ruandés, con evidentes signos de malnutrición por no decir hambre y cuya previsible agonía era observada con ojos concupiscentes por un ave de rapiña dispuesta a darse el festín con el cadáver más que inminente.

En este último caso, la foto, que llamaba a la compasión, ocultaba un pequeño dato: el niño formaba parte de la caravana de genocidas tutsis que huían de los hutus que habían recuperado el poder después de haber sufrido una de las mayores matanzas (a machetazos) conocidas en el siglo XX, fomentadas desde una emisora, Las mil colinas y con conocido apoyo francés. La compasión era, pues, problemática y el cálculo intervenía en el uso que alguna ONG hacía de la foto para conseguir apoyo de los que se dejaban llevar por el sentimiento. Compasión legítima, faltaría más. Pero no tanto el cálculo o manipulación interesada del sentimiento ajeno.

La compasión, la empatía, en estos casos, es fruto de una de nuestras reacciones animales frente al débil y al moribundo. Los psicópatas no la tienen, pero el resto sí. De hecho, es uno de los problemas que afronta el entrenamiento militar cuando tiene que enseñar a matar, para lo cual la pedagogía militar y la de los pandilleros tienen, salvadas las enormes distancias, muchas cosas en común. No es idea mía. Es de un libro (On Killing), que publicó un exmilitar estadounidense, Dave Grossman, hace ya años y que ha sido lectura obligada en varias academias militares de aquel país.

Como gato escaldado que del agua fría huye, tiendo a sospechar cuando una imagen se abre camino hasta ocupar un lugar central, imagen que conlleva una fuerte carga de sentimiento. De compasión en este caso. Adelanto que no soy contrario, ni remotamente, a esa compasión, pero, hijo de la Ilustración, me pregunto qué puede aportar una visión más racional sobre el asunto.

Primero, tener cuidado con aquel eslogan de una emisora televisiva ahora desaparecida: «está pasando, lo estás viendo». Ni hablar: hay muchas cosas que estoy viendo y, sin embargo, no están pasando y, todavía más, muchas cosas que están pasando y no estoy viendo. No sé si este es el caso y se trata de un «hoax» más, a los que hay que ir acostumbrándose. Lo que sí sé es que el otro eslogan («Estar informado») es también problemático: dejan, necesariamente, muchas cosas fuera y no todas las que incluyen vienen envueltas en el ropaje de la ausencia total de manipulación (pienso, por ejemplo, en los datos que se conocen sobre conflictos -violentos- entre miembros de religiones diversas: no siempre los cristianos son el objetivo preferido cuando, además, hay casos en los que son los agentes de tales violencias).

Segundo, porque una foto, por definición, carece de contexto. El de la de Aylan sería el siguiente: los sirios que buscan asilo o domicilio en Europa son un porcentaje relativamente pequeño respecto a los 4 millones que están en los países limítrofes y los 8 millones de desplazados internos en Siria. Además, no todos son sirios. Hay afganos, eritreos, nigerianos, paquistaníes en esas olas que vienen a romper en las tranquilas playas europeas. Pero, sobre todo, porque el quedarse en el problema «europeo» inmediato (que ya se las trae, dicho sea de paso) y no plantearse cuáles pueden ser las causas, impide darse cuenta de lo que sequías, episodios climáticos extremos, hambrunas, guerras o pobreza pueden producir en un futuro nada lejano. El cálculo es de 50 millones, vista la deforestación a escala mundial y la desaparición de la mitad de la fauna marina ya producida.

Todo hay que decirlo. Detrás de la muerte de Aylan hay una historia de intervenciones europeas (se incluye a Rusia) y estadounidenses en la zona, apoyando a unos, armando a otros (que se lo digan a Arabia Saudita, algo menos democrática que Cuba aunque sea Cuba la que parece poco democrática), invadiendo al de más allá, cambiando de bando según les conviene y generando guerras absurdas con el apoyo de líderes locales que podrán ser unos hijos de puta, pero son nuestros hijos de puta. Todo ello en función de intereses concretos, ajenos a cualquier compasión o sentimiento más allá del egoísmo personal, grupal o incluso nacional.

Mi pregunta: ¿qué cálculos, qué intereses hay detrás de esta manipulación de sentimientos? No es mala pregunta, incluso para el caso de Cataluña.

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