Puede parecer paradójico que todo un cardenal monte un aquelarre posmoderno en los salones de un magnífico hotel y ante algunos de los mayores corruptos del PP valenciano, pero en realidad es todo un síntoma de la decadencia de algunos sectores de la jerarquía católica en España, junto a su pérdida de perspectiva social y de peso moral. Solo así puede calificarse el lamentable espectáculo que dio el cardenal y arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares en el Fórum Europa Tribuna Mediterránea ante la plana mayor del PP y del Opus valenciano, contando con la reaparición estelar de imputados por corrupción tan notables como Juan Cotino y Francisco Camps. No es de extrañar así que tratara de relativizar el impacto de la corrupción valenciana entre tan selecto público, llegando a afirmar sin pestañear que «la verdadera corrupción es el aborto». A estas alturas de la descomposición moral que vivimos y del saqueo que hemos sufrido tenemos claro que también son corruptos aquellos que los amparan, encubren y apoyan, por lo que el cardenal se ha colocado sin dudarlo entre los suyos, los mismos a los que viene respaldando con toda su alma desde hace años.

Ya por 1992, cuando era obispo de Ávila, Cañizares recorría sin descanso los conventos de su Diócesis pidiendo a las monjas de clausura que fueran a votar a su gran amigo del PP Ángel Acebes, primero como alcalde de Ávila y luego como diputado al Congreso. Y es que la familia tira mucho porque luego, a la hora de dar y regalar, no hay nada como la generosidad de esa misma familia. La misma que hizo posible que regaran de dinero, lujos y dispendios la visita del Papa a Valencia en julio de 2006 gracias a los buenos haceres de Camps y Cotino, quienes no dudaron en gastar millones de euros en esa visita, mientras negaban ayudas a dependientes, becas de comedor a niños, al tiempo que quitaban dinero de la sanidad y la educación. Y el cardenal Cañizares siempre estuvo en deuda con tan buenos cristianos que convirtieron el paso de Benedicto XVI por Valencia en una especie de Disneylandia, sin importar que ese católico ejemplar que es Cotino o dirigentes de la extinta RTVV, como el acusado por agresiones sexuales y exdirectivo del ente, Vicente Sanz junto a otras personas, fueran imputadas después en la pieza 4 del caso Gürtel por delitos relacionados con esta visita papal.

Pero esto no le importa a Cañizares porque todos ellos son el verdadero «trigo limpio» y no todos esos sirios que mueren bajo las bombas, se ahogan en el Mediterráneo o deambulan sin agua ni comida con sus niños a cuestas por Europa. El prelado es un hombre de bien y debe pensar que donde esté un solo Cotino, aunque esté imputado por corrupción, responsable de negar ayudas a dependientes mientras sabía que estos morían como perros y sin atención al tiempo que entregaba el negocio de las residencias a su hermano, también de la familia, que se quiten cien mil sirios muertos bajo los barriles de dinamita o degollados por el Estado Islámico. Otra cosa es que a los del ISIS les diera por practicar abortos a gente que lo necesitara, pero mientras rebanen pescuezos a infieles, la fe católica estará a salvo, debe de pensar el Cardenal.

En esto hay que reconocer que Cañizares ha sido siempre coherente, desde que en una ceremonia religiosa en la catedral de Granada afirmó sin aspavientos que «la diversidad de culturas no da lugar a una humanidad mejor»; claro que sí, Monseñor, a la hoguera con las distintas culturas para dejar una sola: la suya y la de su familia, gente de bien, buenos católicos, trigo de la mejor calidad, como la familia de «El Pocero», polémico constructor de Seseña a cuya hija casó en junio de 2009.

Con semejantes amistades, hablando desde los salones de hoteles y bajo el patrocinio nada más y nada menos que de Bankia, cómo va a ver Cañizares a todos esos pobres que dice que no existen porque afirma que no los ve durmiendo bajo los puentes. Es imposible escuchar algo similar sin que aflore una profunda indignación ante alguien que tendría la obligación de conocer y ver de primera mano toda esa pobreza y sufrimiento que está en sus parroquias, en las colas de las Cáritas diocesanas, ante los bancos de alimentos o en unos comedores sociales desbordados. Simplemente basta con visitar los barrios de gente trabajadora o las colas junto a las oficinas de empleo donde se masca ese dolor gigantesco que viven miles de familias sin recursos, sin horizonte y sin esperanzas que Cañizares dice desconocer.

Sin embargo, cuando escucho barbaridades como las que ha espolvoreado Cañizares, no puedo dejar de acordarme de toda esa gente de bien que hay en tantas iglesias, parroquias, capillas, conventos, monasterios, hospitales, sanatorios, residencias y comunidades de base en todo el mundo que han hecho de su trabajo con los pobres, con los que sufren y viven las injusticias, su verdadera religión. Afortunadamente son mayoría, aunque silenciosa.

@carlosgomezgil