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Mariola Sabuco

A Río Revuelto

Mariola Sabuco

«¿Quién acompaña al rector?»

Ayer pasó de ser un día espléndido a una jornada cruel cuando una joven estudiante de Derecho, en el patio de la Facultad, al paso del rector Manuel Palomar, preguntó a un corrillo de colegas: «¿Quién acompaña al rector?». Palomar iba flanqueado, a paso ligero por cierto, por Felipe González y Julio María Sanguinetti, dos históricos presidentes de Gobierno. El primero, de España; el segundo, el Adolfo Suárez de Uruguay. Ante mi estupor por tamaña montaña de desconocimiento en unos universitarios, un académico me confesó con resignación que «los jóvenes de veinte años ya no saben quién es Felipe González». Corrí a refugiar mi vergüenza ajena al lugar donde se concentraban varias leyendas de la política iberoamericana y la segunda mayor fortuna del planeta, Carlos Slim, quien demostró ser un atleta del whatsapp, ya que en todo momento estuvo enviando mensajes, una forma barata, imagino, de tener controlados sus negocios repartidos por todo el mundo.

Había refrigerio, pero nadie comió. Sólo se bebió algún botellín de agua, Slim entre ellos, quizá para reponerse del ejercicio digital. Allí estaba algo tímido ante tanta figura política el conseller de Transparencia, Manuel Alcaraz, consciente, por su edad y cultura, de lo que significan para la democracia nombres como los que ayer se citaron en la Universidad de Alicante para homenajear a Sanguinetti. Éste, junto a Palomar, González y Belisario Betancur, expresidente de Colombia, reían y hablaban sin parar en «petit comité». «¿De qué hablan los expresidentes?», se preguntaban algunos asistentes que guardaban una reverencial separación no exigida por ellos. Teniendo en cuenta que el más joven es González, y tiene ya 73 años, era inevitable que de anécdotas presidenciales. Recordaron la toma de posesión de Sanguinetti, hace treinta años, el primer presidente democrático de Uruguay al que tanto González como Betancur respaldaron con su presencia y aleccionaron para evitar el ruido de sables que amenaza siempre a las jóvenes democracias. De aquellos miedos deviene su camaradería.

Ni el apagón eléctrico que se produjo nada más entrar en el Paraninfo Felipe González acompañado de su mujer, lo que hizo aflorar la seguridad que hasta ese momento había sido invisible; ni la discreta asistencia a un acto de semejante altura intelectual, enturbia la brillante intervención de Sanguinetti, quien no leyó un solo folio, porque no lo necesitó, e hiló un fino discurso político y enciclopédico plagado de citas filosóficas (todas textuales) de Voltaire, Locke, Kant, Platón, Rousseau, Heine, Saint-Simon, Gabriel García Márquez y hasta Pericles. Como sabio que es, el expresidente uruguayo, habló al corazón, lejos de academicismos, recuperando las maneras de quienes saben de lo que hablan y creen en lo que dicen. Hobbita Gómez Couto, soprano uruguaya presente en el acto, lo resumió a la perfección cuando al recién investido doctor Honoris Causa le dijo: «Me siento orgullosa de usted», algo que no es fácil que en estos tiempos se le diga a un político, que se prestó con agrado, al igual que González, a fotografíarse con todo aquél que se lo pidió.

Una lástima que un evento semejante no despertara el interés de los políticos provinciales. Solo acudió el alcalde de San Vicente, Jesús Villar, y el exalcalde de Elche, Manuel Rodríguez. Ningún representante de la capital de la provincia, de Alicante, asistió, lo que fue ampliamente comentado, y no para bien. Quizá consideren que lo saben ya todo y que de un hombre como Julio Sanguinetti no hay nada que aprender.

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