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Francisco Esquivel

El confinamiento

Puesto que estamos de fiesta, vamos a disfrutarla hablando del monumento al Soldado de Reemplazo que, aunque viva usted en Muro, habrá visto alguna vez porque es imposible no verlo.

Dentro de la pesada carga que legó el alcalde Alperi, ésta de la plaza del Mar supone bastante más que un quintal. El hoy conseller de Transparencia, Manuel Alcaraz, dejó escrito al respecto de su colocación: «El alcalde promoverá la erección de un monumento al Soldado de Reemplazo, que siempre fueron seres muy dados a la chistografía sobre el bromuro y su capacidad amatoria, siendo así resarcidos, con este acto, de tan injusta fama. Que el monumento tenga el nombre más feo que pueda recordarse no importa. Es otro timbre de orgullo para esta ciudad cosmopolita y original... Como fui soldado de reemplazo y tuve que desfilar, odio los desfiles, así que reconozco que no soy muy objetivo. Pero si me hacen un monumento, pues estupendo». En Compromís se lo habrán leído, lógicamente, porque han propuesto trasladar el pedazo de elemento castrense al cuartel de Rabasa. La reemplazada del mando en plaza y hoy portavoz de la opo, Sánchez Zaplana, ha salido como un misil a dejar claro que se trata de «un homenaje a la ciudad, por lo que confinarlo en un cuartel no tiene ningún sentido». Hay que tener cuidado con las expresiones que se utilizan porque en el cuartel viven personas que no son de barro y que es muy probable que no crean estar confinadas. Quien sí se siente confinada desde la intemerata es la fachada marítima de Alicante, a la que sólo le falta albergar un Fort Apache.

Yo no le daría más vueltas. El monumento debe trasladarse de donde está porque es mú grande y de feo no solo tiene el nombre. Llevarlo al cuartel no es mala idea porque así a los soldados se les hará menos duro irse a Afganistán.

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