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Francisco Esquivel

La ausencia de mística

Un parlamentario, a camino entre la realidad y la ficción, fue el encargado de abrir en las Corts la legislatura de la reconstrucción debido a que su trayectoria vital era la que más perspectiva podía ofrecer a los penitentes de esta tierra. Tres meses después de abrir la ventana, el escritor, el periodista, el político Fernando Delgado ha exteriorizado sus sensaciones tras la última investidura a la que sometió a su body: «No me han deslumbrado grandes ideas o conversaciones. En el mundo de la política hay más vanidad, intriga y postureo que en el del arte, que ya es decir». También es verdad que lo más costoso es verse a uno mismo, que la movida política tiene un porrón de arte pero a su manera y que para dedicarse a ella hay que estar hecho de una pasta equis. No todo el mundo sirve y más de uno y más de dos se han quedado en el intento. Y eso que el escritor metido a esta otra faena lo ha hecho cuando viene de ganar el Azorín por una obra sobre Teresa de Jesús en la que se desgranan las relaciones de la santa y su Gracián con las autoridades eclesiásticas y monárquicas, con los papas, con la Inquisición y en las que se destapan las luchas por el poder dentro de la Orden con lo que llegaba curado de espanto, aunque no debe ser fácil encontrarle la mística al debate parlamentario y a los asesinatos entre miembros de la misma cofradía. En Sus ojos por mí, se destapa que fue tal la entrega de Teresa por Gracián que le hizo la promesa de obediencia absoluta de por vida. Pensando en Ximo Puig, con una décima parte, y con menos, se conformaba Pedro Sánchez. Pero somos como somos. Y el propio Fernando Delgado se reprocha haber perdido mucho tiempo durante su etapa periodística «retratando a políticos idiotas» con lo que también es para hacérselo mirar. Afortunadamente para él, tiene pendiente todavía la etapa conventual.

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