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Marc Llorente

Bobalicón gallinero

Un vaso es un vaso. Un plato es un plato. Rajoy es quien es. Y este espectáculo, una simplonería. A pesar de los avales de esta coproducción (en la que consta el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida), se vislumbra lo que hay desde el principio. Un gallinero donde los intérpretes cacarean. Ni como entretenimiento comercial atrajo el viernes a un amplio número de espectadores, a los cuales les costó penetrar en el infantilismo del juego con sus ridículas correrías. Recursos trillados, equívocos sin el menor interés, picardías ingenuas? «¿Qué he hecho yo para merecer esto?», dice la esclava Pánfila (María Ordóñez) emulando a Almodóvar. ¿Qué hemos hecho nosotros? Fácil. Se aplauden las boberías y lo infumable y vienen estas cosas. La libre versión de la pieza del comediógrafo latino Terencio se encuadra en esas directrices con la excusa de hacer reír. Muy pocas razones tienen algunos para ello, aunque el público reconozca el oficio del conjunto encabezado por Anabel Alonso y Pepón Nieto. La cortesana y el jefe militar. El personaje de Alejo Sauras da nombre a El eunuco, cuya «felizmente libre» adaptación la firman Jordi Sánchez y Pepe Antón Gómez, director del montaje. Los lastres de este tipo de antiguos textos se acentúan en sintonía con lo ya mencionado. Y las ágiles situaciones se plasman en el ámbito de unos paneles movibles en función de cada pasaje. Teatro clásico y contemporáneo se funden en la serie de enredos amorosos durante más de dos horas que alientan el hastío del espectador más exigente. Ni vodevil con rigor, ni sátira. Una farsa con rasgos de guiñol y algunas canciones compuestas por Asier Etxeandia y Tao Gutiérrez e introducidas a empujones para paliar, sin conseguirlo, la banalidad reinante. Completan los tópicos papeles Marta Fernández Muro, Jorge Calvo, Antonio Pagudo, Eduardo Mayo y Jordi Vidal, el soldado Pelotus y la mejor voz que canta. Intentan salvar los pocos muebles pero, teniendo en cuenta la capacidad, sólo contribuyen a consolidar las bases de un teatro prescindible. El elogio a las diversas formas de amor y la fraternidad obsequian más dosis de candidez.

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