Modestamente les diré que a mis cuarenta y siete años cumplidos me consideraba hasta el día y la fecha de hoy una persona leída, estudiada y viajada. Una persona con una dilatada experiencia profesional en la empresa privada y en el ejercicio de la función pública. Una persona, que aún en los tiempos que corren de progresía, pseudoprogresía, falta de ética y de estética, no se sorprendía por casi nada y que se adaptaba a los nuevos modos y maneras.

Pero no. La doctora Tatiana Sentamans, vicerrectora de Cultura y Extensión Universitaria de la Universidad Miguel Hernández de Elche, además de profesora contratada del Área de Escultura del Departamento de Arte de dicha Universidad me ha demostrado que no lo soy.

Recoge el periódico INFORMACIÓN de Alicante una noticia que titula como El cartel de la discordia, por la que se explica que como consecuencia de la denuncia hecha por la doctora Sentamans del cartel anunciador del Certamen Nacional de Tunas de Medicina (obra del dibujante Enrique Pérez Penedo «Lapicito»), a celebrar en dicha ciudad levantina, las autoridades académicas de la Universidad Miguel Hernández (UMH) han decidido retirar su patrocinio y aval al mismo por considerarlo sexista, al reflejar dicho anuncio la figura de una sirena emergiendo de las mediterráneas aguas, con su torso desnudo, ¡oh, cielos!, ante la impavidez y asombro de unos tunos.

Cualquier persona otrora sensata, prudente, cauta, cuerda, discreta, moderada y precavida podría atreverse de calificar tal afirmación como esperpéntica, entendida tal definición como aquel género literario que se caracteriza por la presentación de una realidad deformada y grotesca así como por la degradación de los valores consagrados a una situación ridícula y máxime como Valle-Inclán la reivindicaba ideológicamente por el alcance político y social de su teoría del esperpento.

Pero no. La doctora Tatiana Sentamans, prolífica autora de obras académicas de la envergadura de Higos, plátanos, tortillas y otros tropos. Apuntes para un imaginario de la mujer como sujeto sexual activo a través de la ilustración sicalíptica del primer tercio del siglo XX o Un ejercicio de arqueología sexual de estilo «cóñico» explorando los bajos de la pirámide y practicando la morfología del loto me ha demostrado que no es así.

Me atrevo pues, desde mi arcaica y retrógrada ignorancia, antes que censuren por petición popular toda la cultura clásica griega o bien prohíban al menos la difusión de La Odisea de Homero, obra en la que unas pérfidas sirenas, con su torso desnudo, se relacionan de manera no adecuada ni apropiada con Ulises, a modestamente citarle a la doctora Sentamans la definición que la Real Academia Española (RAE) hace de las sirenas como la que en el meritado cartel, ¡oh, cielos!, asombra con su desnudez a los tunos de Alicante.

El cartel censurado a Enrique

Sirena. Ninfa marina con busto de mujer y cuerpo de ave, que extraviaba a los navegantes atrayéndolos con la dulzura de su canto. Algunos artistas la representan impropiamente con torso de mujer y parte inferior de pez.

Espero y es mi deseo que la ignorancia y atrevimiento de este humilde tuno y de otros compañeros en el Negro Mester, sea disculpado por la docta docente y que la clasificación académica de esta y otras universidades e instituciones de educación superior e investigación, obviamente basada en una metodología científica de tipo bibliométrico que incluya criterios objetivos medibles y reproducibles, no se vea afectada por el susodicho cartel.