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Desde mi terraza

Luis De Castro

La estanquera de la Rambla

A la estanquera de la Rambla parece que empiezan a aburrirle mis artículos, porque ayer, al entrar a comprar tabaco, me dijo: «Habrá que pedirle a Sonia que vuelva». Se refería, claro, a Sonia Castedo, a quien como saben mis lectores bauticé al principio de su «reinado» como Alcaldesa de Las Flores, título al que le sacó partido, todo sea dicho. Algo parecido me dijo un desconocido cuando dimitió Luis Díaz Alperi, me abordó por la calle diciéndome. ¿Sobre quién va a escribir usted ahora? En ambos casos adivino cierta añoranza por un pasado reciente, que enfrentan al actual porque éste les disgusta. ¿O quizás pequé de insistente en ambos casos? Todo puede ser, pero yo me siento muy tranquilo, francamente, porque a raíz del comentario de la estanquera, a quien conozco de toda la vida, hice un rápido repaso a lo escrito en los últimos años y los citados regidores no conforman el groso de mis escritos, sólo esporádicamente y cuando sus actuaciones y/o comportamientos me provocaban irritación, lo que era muy frecuente. Tengo muy claro que escribo en una sección que se llama Cultura y Sociedad, y en ese saco caben muchos temas aunque sobresalgan los dedicados al teatro. Dada mi profesión, es lógico ¿no? Cuando abordo cuestiones políticas lo hago pasando muy por encima porque ya hay plumas especializadas en ellos, pero no hay que olvidar que los temas culturales y sociales dependen de la situación política de cada momento; todo depende de la política. Si no visitara tanto a la estanquera, o entrara a su local solo para saludarla, mi salud lo agradecería. Ella misma, a raíz del trasplante sufrido hace siete años, me dijo, echando piedras a su propio tejado: «No deberías de fumar y sigues fumando». Tenía razón y reconozco con vergüenza ser esclavo de un vicio que está demostrado es muy perjudicial; pero el tabaco calma la ansiedad, provoca placer y acompaña en los buenos y malos momentos. Todo viene de antiguo; a los trece años representé, en mi colegio de los Hermanos Maristas, una obrita de Pedro Muñoz Seca (en la foto) que se llama La nicotina, un monólogo en el que terminaba fumando tres cigarrillos a la vez. Años más tarde participé en una lectura pública de la obra de Chejov Sobre el daño que hace el tabaco. O sea, que el vicio me viene de antiguo. Y créanme que comprendo a los detractores del tabaco, muy especialmente a mis médicos-amigos (o mis amigos-médicos) que me dedican miradas asesinas en cuanto me ven con un cigarro en la mano. Otros detractores me exasperan por su radical intolerancia, tal es el caso de Mercedes Milá cuyo radicalismo público a veces raya en la mala educación, e incluso a los amigos que me envían al balcón para fumar, cuando como o tomo una copa en sus casas. En lo que a mí respecta, supongo llegará un día en que tome la gran decisión, que es más importante que la voluntad. Sé que si quiero, puedo. Los inteligentes lectores habrán entendido que hoy he querido escaparme de hablar sobre la cuestión catalana, tan reiterada que aburre a las ovejas, utilizando para ello la figura de mi estimada estanquera. Aunque si se pudiera hacer por aquí les adjuntaría el video que ayer me envió una buena amiga desde Barcelona, en el que se refleja la cacerolada que animó las calles protestando por la imputación del Senyor Artur Mas. Mi amiga, progresista donde las haya, se suma a otros muchos amigos catalanes que me dicen: «Si vivieras aquí nos comprenderías». Les respeto, pero me cuesta ponerme en su lugar, porque a mí todo este barullo me parece innecesario. Y no digo más porque me temo que la película will be continue (continuará), como dicen los yanquis.

La Perla. «En cuanto alguien comprende que obedecer a leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía puede dominarle». (Gandhi)

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