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Reforma o ruptura (bis)

Tras la salida del franquismo, hace cuatro décadas, el dilema ruptura o reforma centra por segunda vez el debate sobre el modelo de Estado. Así lo han querido los secesionistas catalanes, que no asumen su derrota en las elecciones plebiscitarias del pasado domingo. Derrota en votos al quedar más de cuatro puntos por debajo de los no separatistas y derrota en escaños al no alcanzar la mayoría absoluta del Parlament.

Sin el apoyo de la CUP, que da por cerrado un plebiscito sin mayoría de votos y reitera el rechazo de Artur Mas para la presidencia, son papel mojado las proclamas de Junts pel Sí, que ha sumado menos escaños que en la consulta de 2012. Convergència y Esquerra tendrán que cambiar de candidato presidencial si quieren gobernar con base mayoritaria, y olvidar la declaración unilateral de independencia de aquí a 18 meses. Sus sermones empiezan a sonar a falsete.

La voluntad reformista sigue estando por encima de la rupturista a pesar de la increíble, provocadora y tardía banalidad del comentario de Rajoy a los resultados del domingo y la insistencia de su partido en no dar prioridad a la reforma de la Constitución. El PP se ha ganado a pulso su irrelevancia en Cataluña como gestor de cualquier clase de entendimiento. Y es muy posible que no esté valorando como se merece el crecimiento vertiginoso de otra moderación, la de Ciudadanos, que asciende a segunda fuerza en su medio más hostil, el catalán, y empieza a ocupar en toda España el territorio del centroderecha de la vieja política que no quiere ser progresista. Triplicar escaños en Cataluña gritando españolismo sin la menor ambigüedad, es una victoria apabullante. Ellos son los verdaderos ganadores al cosechar casi toda la antisecesión de su área.

Pero son reformistas y exigen lo que el PP aún sigue negando con la esperanza de aglutinar en las generales todo el fundamentalismo unionista. Hay un espacio para la ruptura y otro para la reforma. El que desaparece es el espacio del inmovilismo. En las generales veremos otra cosecha espectacular de Rivera y el nacimiento de un eje movilizador entre Ciudadanaos del Parlamento catalán y los que estrenen la presencia de la marca en el nacional. La esperanza de que el conflicto soberanista no derive en la morbosa pesadilla de una Cataluña rajada en canal, está en Ciudadanos por el centro derecha y, una vez vistos los menguados poderes de Podemos, sigue en el PSOE por el centroizquierda. Como bien dijo el papa Francisco al despedirse de EE UU, los muros nada resuelven; las soluciones están en los puentes.

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