Las elecciones catalanas están escritas en una clave incierta, a saber, entre la comedia y el esperpento. Los protagonistas directos han sido Junts pel Sí y, dentro de ellos, especialmente ERC, con Oriol Junqueras a la cabeza. Protagonistas directos pero en negativo, el PP con Mariano Rajoy a la cabeza. Las elecciones se han convertido en una pantalla que ocultaban una consulta popular sobre la independencia. La comedia surge cuando se da el conflicto entre lo propuesto y lo ocurrido; ese conflicto puede ser agradable, da para reír o sonreír, o desagradable, te endemonia la manipulación evidente de los elementos en conflicto. Y es que eso es lo que ha sido. Unas elecciones llenas de testosterona y escasa de razonamientos inteligentes. La consulta sobre la independencia no se puede hacer, por ley, arguye el PP; como si fuera un capricho de unos cuantos; por ese motivo se niega esa posibilidad. Y el peso de la ley caerá sobre quien se atreva a incumplirla. A este planteamiento de testosterona legal, una respuesta de más testosterona visceral: usted a mí no me amenaza; su política del miedo no me amedranta. Haremos la consulta sobre la independencia de Cataluña por las buenas o haciendo las trampas que tengamos que hacer. Y la trampa está servida: bajo la celebración de elecciones al parlamento catalán, se superpone una intención: los votos que se emitan para elegir parlamentarios, llevarán añadidos un valor, el valor de la independencia. Y el valor, algo subjetivo, no puede ser castigado pues se sale del marco de lo punible por la ley. Una vez realizada la elección tramposa, la valoración de tal elección electoral sigue siendo tramposa. Junqueras y Mas lo saben. Y siguen haciendo trampas. El tramposo es un personaje que anda alejado de la ética, que quiere conseguir sus deseos sin importar cómo lo haga. He aquí una muestra: «El cap de llista de Junts pel Sí, Raül Romeva, reitera que caldrà escoltar el mandat democràtic del 27S», podemos leer en la prensa catalana. Como en votos ha salido no a la independencia pero en escaños sí, utilizan los que más les conviene a ellos tergiversando el sentido de la votación. El mandato democrático de los electores se ciñe no a una consulta por la independencia, sino a la constitución del parlamento catalán, que es esto lo que han de hacer.

Hay que ver lo bajo que se ha caído en nuestra política. El cinismo, la mentira, jugar con los sentimientos de los ciudadanos acerca de su tierra (nacionalismo), esconder y ocultar tras ellos los verdaderos problemas que la crisis y la corrupción han puesto al descubierto y la satisfacción de los deseos más bajos del ser humano, como la ambición y el poder, a costa de la manipulación y del engaño, son los elementos que convierten la comedia política en el esperpento de una lamentable situación. Sin ética no hay acción política noble, humana ni saludable. Y no parece que la ética haya estado presente en estas elecciones parlamentarias en Cataluña. Qué pena.