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Jorge Fauró

Els Països Catalans

Siempre he creído que los soberanistas valencianos, aquellos que defienden como necesidad histórica el reconocimiento de que Cataluña debería extenderse por motivos lingüísticos hasta Pilar de la Horadada y Formentera (y, por tanto, desgajar a la Comunidad Valenciana de España), mantienen una relación de cierto complejo respecto a la autonomía que ayer votó de forma mayoritaria por la independencia. Su discurso, algo embarullado desde que Joan Fuster retomó a principi0s de los 60 la acepción de Països Catalans, acuñada a finales del siglo XIX, ha ido perdiendo fuste conforme se iba moderando el discurso de quienes defendieron el soberanismo valenciano nada más constituirse la España de las autonomías. En la campaña electoral catalana no he oído hablar de la Vega Baja o del Alt Maestrat, lo que me indica que el concepto de Països Catalans no tiene viaje de retorno una vez que sale del País Valencià. Ni siquiera creo que el Bloc, la opción nacionalista valenciana, esté pensando en este momento en anexionarse a Cataluña. Allí no están mejor que en Soria. Imagino que sus líderes, con Morera a la cabeza, han acabado entendiendo que el Estado español es el menor de sus males, que por delante de la independencia hay otras prioridades y que, después de todo, tampoco es tan malo formar parte de algo que incluye a extremeños, andaluces, asturianos o madrileños. O que al menos no es el momento para plantear otra cosa. Hay varias formas de entender el nacionalismo: como hizo ayer Cataluña, como habitualmente lo hacen los frentistas, con el PP y e l PSOE muchas veces a la cabeza, o como se está haciendo en la Comunidad Valenciana. El establecimiento de prioridades sociales y económicas y la guerra contra la corrupción ha dado a Compromís la vicepresidencia del Consell. Sin estridencias, sin banderas, sin complejos frente a Cataluña.

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