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Bartolomé Pérez Gálvez

Decisiones en Sanidad

Demasiados problemas tiene ya la sanidad valenciana como para que la selección de gestores se convierta en su primer caballo de batalla. Dos semanas -que se dice pronto- llevamos leyendo sandeces sobre si las plazas de gerentes de hospitales han sido o no cubiertas conforme a la ley. Una vez más, acabamos quedándonos en las formas, sin entrar en el auténtico fondo del asunto. Y, mientras tirios y troyanos se tiran los trastos a la cabeza, ambos bandos parecen olvidar que la gestión de lo público debe priorizarse sobre el enfrentamiento político.

La Conselleria de Sanidad ha nombrado a sus primeros cargos directivos en distintos departamentos de salud. Como es habitual en estos casos, desde la oposición atizan con el demagógico argumento de que han sido designados «a dedo». La consellera del ramo, Carmen Montón, peca de bisoñez y se atrinchera en un socorrido «y tú más». Los populares critican unas convocatorias supuestamente hechas a medida de los candidatos y los socialistas contraatacan, afirmando que los directivos anteriores estaban de forma ilegal. A este paso, acabarán sembrando dudas -injusta e incoherentemente- sobre la idoneidad de todos los gestores sanitarios.

En pocas ocasiones hemos asistido a un rifirrafe tan estúpido y miren que los ha habido. Se trata de puestos de libre designación y, en consecuencia, la Administración puede nombrar a quien considere más oportuno. Ni trajes a medida, ni puñetas. La cuestión, eso sí, es que cumplan los criterios necesarios para dirigir adecuadamente los recursos cuya gestión se les encomienda. Lo de la convocatoria es un mero trámite que, no obstante, debe cumplirse. Pero no nos engañemos, que la elección es discrecional porque, para bien o para mal, así lo dictan las leyes mientras éstas no sean modificadas. En consecuencia, punto en boca y a seguir faenando.

Otro tema bien distinto es el fondo de la cuestión. Y es que llaman la atención algunos detalles de las convocatorias de marras. De entrada, Sanidad aprovecha una artimaña legislativa, que en su día aprobó el PP, para permitir que estos puestos sean cubiertos por personal ajeno a la función pública. No deja de ser curioso que quienes entonces se opusieron a esta medida ahora la utilicen, sibilinamente, para favorecer el acceso de gestores privados. Podrá o no ocurrir finalmente, pero las distintas convocatorias publicadas consienten que se presenten candidatos sin relación alguna con la administración pública. Sí, la gestión sanitaria en manos privadas. La justificación se basa en una transparencia un tanto espuria: contar con un «mayor y heterogéneo número de aspirantes» (sic). Pero si ya han presentado en sociedad a quienes van a ocupar estos puestos ¿para qué diablos quieren más candidatos?

La trampa, repito, procede de tiempos del PP y, ahora, los socialistas han sabido aprovechar este resquicio legal para contratar a la nueva gerente de La Fe. Visto que, a juicio de los responsables de la Conselleria, no había nadie en la Comunidad Valenciana capacitado para dirigir la joya de la corona, han recurrido a una senadora catalana del PSC. Cierto que posee experiencia gerencial, aunque breve -apenas dos años- y en puestos de bastante menor responsabilidad. Vaya, nada que ver con un hospital de 1.000 camas y más de 50 equipos de investigación ¿Realmente no hay en estas tierras ningún profesional preparado para asumir ese cargo? La respuesta es obvia.

Insisto en que se trata de puestos de libre designación. En consecuencia, basta con contrastar la experiencia y decidir quién se responsabilizará de la atención de la salud de los ciudadanos. El proceso selectivo es simple, pero el encargo no es ninguna tontería. Por ambos motivos, resulta incomprensible que se haya hecho el paripé de solicitar a los candidatos la presentación de una memoria que no exceda de 20 páginas. Pretender que se resuman, en tan limitada extensión, las propuestas para mejorar la asistencia de un departamento es una mala broma, un absurdo fuera de toda lógica. Como no consigo entender lo de la pantomima de las 20 páginas de marras, me planteo si es que están buscando gerentes con una envidiable capacidad de síntesis, o los del tribunal son vagos de narices y prefieren leer lo mínimo ¿Hacía falta complicarse tanto?

Hay asuntos más importantes en la sanidad valenciana. Que se requiere un cambio es evidente. Pero, ojo, que no me vengan con la milonga de la herencia, que tampoco la de Lerma fue ninguna maravilla. También entonces se acabó la nómina en octubre y hubo que afrontar la situación. Ya hay quien dice que a Carmen Montón y a su equipo el traje les viene grande. Creo que aún merecen el derecho a la duda. Ahora bien, no está de más que soliciten consejo a quienes, en su mismo partido, pueden compensar la inexperiencia de algunos de los actuales directivos de Sanidad.

Los días de gracia han pasado y llega el momento de la verdad, de iniciar algunos de los cambios prometidos. Presentaron un buen programa electoral en materia sanitaria. Suficiente con que se centren en él para alcanzar cierto grado de éxito. Sanidad es una casa difícil, sí, pero desde sus tripas es posible cambiarla. Bien está empezar por restituir los derechos perdidos, como se viene haciendo desde julio; pero no me apliquen la fórmula de Tierno Galván, que uno ya está hasta los mismísimos de que los programas se conviertan en papel mojado. Eso es lo que deberían exigirles, tanto sus votantes como una oposición preocupada por mejorar los servicios públicos. Si realmente lo están, evidentemente.

La sanidad valenciana necesita que algunas de estas medidas empiecen a funcionar ya. Por ejemplo, la prometida espera de sólo 15 días en Atención Especializada debe convertirse en una realidad o, de lo contrario, evidenciará que la mentira electoral sigue imperando. O dignificar los espacios destinados a la atención que, en algunos casos y como bien me comentaba un compañero hace unos días, están más próximos de parecerse a una ratonera que a una consulta médica.

Si tanto preocupa la confusión entre los intereses públicos y privados, cuanto antes debería ser de aplicación la propuesta de que ciertos puestos -los socialistas consideran que sean las jefaturas- conlleven una dedicación plena al sistema público. Y actuar sobre los vicios internos. Las redes clientelares que se han ido configurando con los años, el incumplimiento manifiesto de las incompatibilidades -estemos o no de acuerdo, siguen vigentes-, o la derivación de pacientes a recursos ajenos para recibir prestaciones que podrían ser ofertadas desde el propio sistema, son corruptelas muy arraigadas en el sistema sanitario. Por no hablar de la falta de reconocimiento a quienes innovan en la asistencia y las malas tretas de aquellos que sólo pretenden deteriorar lo público para justificar la necesidad de recurrir a lo privado. Riesgos intrínsecos al ser humano y que no responden a colores políticos, que más de uno vive la ambigüedad entre la ideología y los intereses personales.

En fin, res non verba (hechos, no palabras) que dirían los clásicos. A trabajar.

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