Hay que ver el mal uso que se está haciendo del radar en las carreteras e incluso de los miembros de la agrupación de Tráfico del Cuerpo de la Guardia Civil. Solo prima la denuncia sobre uno de los valores fundacionales de la agrupación, que no eran otros que el auxilio en carretera y la prevención de accidentes. Esto se puede constatar, lo ve el ciudadano, lo vemos todos, en que se han intensificado los controles de alcohol, droga, cinturones e ITV y seguros y se han pasado de moda los dos motoristas de la Benemérita cuidando al conductor.

Ahora el punto de actuación se sitúa en las vías secundarias porque es el lugar más fácil para cazar al pobre cordero conductor. De hecho, se puede cruzar la península sin ver una patrulla de motoristas, que casi deberían ser considerados un monumento nacional en vías de extinción, como el toro de Osborne que adorna las principales carreteras y grandes trayectos. ¿Por qué? Porque la típica patrulla de motoristas está de caza en las carreteras de segunda tras los conductores que van a caer como moscas, con la colleja que se les da al ser cazados por el radar. Ese que está camuflado en un turismo ubicado en lugares poco visibles.

¿Cómo se sienten los agentes? Cuando un guardia civil hace la oposición y decide entrar en la Agrupación de Tráfico, lo hace de forma voluntaria. Está motivado por la ayuda que puede prestar a la sociedad, porque los agentes de Tráfico, el sentimiento que tienen es de ayudar y evitar accidentes. Cuando empiezan a ejercer su trabajo en las carreteras, viene la gran decepción. De pronto el agente novato, según cuenta más de uno, descubre que es un utensilio de recaudación y le sobreviene un sentimiento de frustración absoluto. Hasta el punto de que muchos agentes del Cuerpo de la Guardia Civil, de la Benemérita, se resisten a ir al destino de especialidad de tráfico en carreteras. Algunos están abandonando esta agrupación. Por esta razón, se observa una disminución del número de miembros que forman la plantilla. Todo esto vuelve a redundar en lo mismo, hay menos agentes de tráfico, más kilómetros de asfalto que vigilar. Parece que a los ministros les gusta mucho inaugurar carreteras nuevas y poco les importa si se está mermando las labores de auxilio, prevención y vigilancia que, por este orden, siempre ha sido el espíritu de la Agrupación de Tráfico. Y digo yo, ¿no se sentirá más de uno del Cuerpo como la mortadela de un bocadillo? Si por un lado tienen la presión de la Institución, del sistema que les obliga a obedecer órdenes inspiradas en el afán recaudatorio, y por otro lado la antipatía del ciudadano conductor que cuando ve la gorra verde y las gafas del agente en cuestión, ya ve venir desde el volante del coche que le dejan desplumado para final de mes. Menuda diferencia a cuando veíamos a los dos motoristas de tráfico en carretera y nos venía al pensamiento aquello de: «tranquilo, están para ayudarnos».

¿Cómo vive esta situación el conductor? Es la víctima del afán recaudatorio de la Administración. Se siente acosado, en ocasiones un delincuente por circular a 70 kilómetros hora por poner un ejemplo. Son los sufridores de que la Dirección General de Tráfico dé órdenes tales como exigir a los agentes que multen a todo aquel que circula a 68 o 70 km/h por carreteras secundarias en los tramos que se establece un límite de 60 km/h. Se hacen estadísticas de las multas y hacen que se pongan más cuando desciende el número, por ejemplo, actuando entonces sobre el que sobrepasa apenas el límite de velocidad. Sucede que los agentes de Tráfico, cobran unos mil setecientos euros mensuales aproximadamente, incluyendo en esta cantidad un plus de productividad de unos ciento cuarenta euros. Existe un RAI, es decir, un modo de medir la cantidad de multas. Si un mes un agente ha estado flojo poniendo multas comparando con la estadística y respecto de los demás compañeros, entonces se le descuentan al agente los ciento cuarenta euritos del plus de productividad. ¿A esto cómo hay que llamarlo? ¿Es acoso? ¿Es presión?

¿La Agrupación de Tráfico se valora por las multas que pone a los conductores? ¿No es una tarea de alta peligrosidad la de estar de seis a seis de la mañana en las carreteras y donde más índice de mortalidad de agentes hay? ¿No deberían tener una subida de sueldo en vez de restarles dinero si no multan lo que la Administración exige?

Tras las gafas y la gorra de un agente con mirada seria hay una persona afectada. Sufren por un accidente, les caen las lágrimas al acabar los auxilios y les afecta la situación recaudatoria que viven. Tras todo ciudadano al volante en carretera, se esconde la mirada de una víctima del afán recaudatorio de la Administración.