Te puede parecer duro el titular de este artículo que te presento pero mucho más dura es la realidad que viven muchos ciudadanos y ciudadanas a día de hoy.

Estoy preocupado, asustado, cabreado, decepcionado y unos cuantos calificativos más que muestran mi hartazgo con la situación actual de la «humanidad». Sí, he decidido hablar de «humanidad», y no de planeta, para hacer hincapié en la ausencia que tenemos, a día de hoy, de «humanidad».

Ando cabreado con los gobiernos del mundo que, por su codicia, por su búsqueda de beneficios privados e individuales, por sus egos y sus odios, andan maltratando países y territorios sin cesar. Ando cabreado con quienes promueven guerras en el mundo para reducir el valor de su petróleo e irse de vacaciones exóticas. Ando cabreado con los gobiernos que mercadean en territorios a golpe de talón o, en su defecto, alimentando terrorismos internacionales que más tarde se volverán en su contra.

Ando decepcionado con los gobiernos democráticos de mi entorno, la Unión Europea, por no estar a la altura de las circunstancias, por no reaccionar de forma inmediata para dar ayuda y soporte a los miles de refugiados que buscan un lugar donde poder comer, donde poder reír, donde poder crecer, donde poder dormir sin el miedo de la guerra. En definitiva, buscan un lugar donde poder vivir.

Si la Unión Europea no demuestra que la democracia que nos une está basada en la solidaridad y en la ayuda a los países que nos necesitan, esta Unión Europea no vale de nada. Que la cierren y nos dejen hacer una nueva a quienes creemos que el lugar de nacimiento no puede ser motivo para diferenciarnos.

Los sirios no buscan, como tampoco lo buscaron los españoles de los años 30 y 40, quitarles el trabajo a los ciudadanos de otros países sino sobrevivir a una situación de horror y guerra con el sueño, la ilusión, de poder volver alguna vez a su amada tierra.

Si alguien cree que es plato de buen gusto tener que marcharte de tu país que está siendo asediado por criminales, por codicias y por indecentes, debe hacérselo mirar seriamente.

Odio a los fascistas que linchan a inmigrantes por el mero hecho de nacer al otro lado del río, al otro lado del mar o en otra punta del planeta. Odio a esos mafiosos que trafican con personas para llevarles a la «tierra prometida» cuando lo que están haciendo es hacinarles en barcos directos a la muerte.

Odio que en este mundo tengas futuro dependiendo del lugar donde naciste. Deberíamos valer por nuestra actitud, aptitud y por nuestra capacidad de esfuerzo y superación pero jamás por ser blanco, negro, cristiano, musulmán, chino, latino, hombre o mujer.

Cambiemos este mundo cambiando nuestras propias prioridades y nuestros propios valores porque, sin duda alguna, así, este mundo, no tiene futuro.