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Francisco Esquivel

Disculpen las molestias

En un país, en el que no pocos de los que llevan la voz cantante, primero hablan y ya si eso luego se lo piensan, convertirse en filósofo y estar de moda no se halla al alcance de cualquiera. Javier Gomá es una de esas raras avis. Estudió Filología Clásica, se doctoró en Filosofía, cursó Derecho, dirige la Fundación Juan March, es autor de un rosario de escritos y está considerado entre los 50 homínidos más influyentes del mundo iberoamericano. Como dicen los clásicos, la humildad de Jesucristo se demuestra en que, pudiendo haber nacido en Bilbao, fíjense dónde se fue. Gomá, que vio la luz junto a la ría, recuerda todos los títulos de sus artículos, lo cual es lógico puesto que en un año sacó plaza a letrado del Cuerpo General del Estado con el número uno dentro de lo que es considerado el topten en materia de codos. Además es alto, resultón, con pico y un pelo sedoso. Un asco, vamos.

Ahora le ha dado por la nueva ciudadanía basada en la amistad, para lo que tira de Montaigne. «¿Cómo lograr la intensidad del amor y la duración de la amistad? Poniendo en alguien digno de ésta el eros», apunta Gomá. De vez en cuando acude a plazas que lo devuelven al ruedo. Cenando en la Maestranza le insistieron en que hablara y, al arrancarse citando a Aristóteles, un empresario salió al quite: «Aquí solo se habla de gente conocida». De la puerta que da paso a estantes con pensadores y literatos en el barrio donde nací cuelga un cartel convertido en viral: «He salido un momento a pedir la mano de Rosaura... Si acepta, huiremos de la ciudad; de lo contrario, volveré en cinco minutos. Disculpen las molestias». El caso es que no existe varón alguno en el local sino que la chavala que lo regenta, aficionada a los relatos breves, utilizó uno de ellos como señuelo. Mantener el amor y la amistad claro que cuesta, pero anda que una librería...

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