Saben quién es Louise Richardson? La primera rectora de la Universidad de Oxford. Han tenido que pasar nueve siglos para que este cargo lo ocupe una mujer, pero ya sabemos que nueve siglos, como dice la canción, no son nada ¿o eran veinte años? Veinte son los años transcurridos desde la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer auspiciada por la ONU que en septiembre de 1995 culminó con la aprobación de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing (PAB), que estableció la agenda (hoy todavía vigente, por inconclusa) para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, diseñando los mecanismos requeridos para ello, donde merece un lugar destacado la necesidad de aplicar la perspectiva de género con carácter transversal en todas las políticas y en todas las dimensiones de la vida de modo que, antes de que se adopten las decisiones, se realice un análisis de sus posibles efectos para uno y otro sexo. Esto es necesario porque, en palabras de la PAB, vivimos en sistemas en los que «la diferenciación biológica entre hombres y mujeres ha sido utilizada para cimentar una construcción social que establece dos tipos de personas y modos de vida con formas asociadas de ser» y esa diferenciación «da lugar a un orden jerárquico basado en la supremacía de los hombres y lo masculino y en la desvalorización y subordinación de las mujeres y lo femenino. Ésta se expresa en la construcción de estereotipos de género, en la definición de ámbitos sociales de acción para hombres y mujeres, así como en su acceso desigual al poder, las oportunidades y los recursos».

Quizá todo esto suene como zumbido de moscas para sus oídos pero, si le prestan atención, verán la trascendencia que tiene. Bien lo pueden afirmar quienes asistieron el pasado miércoles en la Universidad de Alicante al solemne acto de apertura del curso académico en las universidades valencianas y tuvieron la oportunidad de escuchar la magnífica lección inagural a cargo de la catedrática de medicina preventiva y salud pública, María Teresa Ruiz Cantero, que disertó sobre «Innovaciones de género para la salud pública». Sorprendió al público, entre otros aspectos, conocer cómo muchos fármacos sólo se experimentan en varones, siendo luego prescritos indistintamente para los dos sexos. El ejemplo del Addyi (la viagra femenina), de próxima comercialización, arrancó una carcajada (aunque es para llorar): el estudio de los efectos del Addyi en combinación con el alcohol tuvo lugar con una muestra de 25 voluntarios, de los cuales sólo 2 eran mujeres. Todavía no hemos tenido rectoras en las universidades valencianas, pero sí profesoras (y cada vez más profesores) que difunden con solvencia la importancia de la perspectiva de género en el método y el conocimiento científicos. Ojalá cunda el ejemplo.