Los nuevos gobiernos municipales surgidos de acuerdos políticos alcanzados tras las elecciones de mayo alcanzan sus cien primeros días y entre ellos, el de Alicante, dirigido por un complicado tripartito que otorgaba la Alcaldía al PSOE, una dirección política de facto a Guanyar por medio del peso de las áreas que recibía y la Portavocía a Compromís. Aunque la cifra de cien días tiene mucho de simbolismo, es muy poco tiempo para poder evaluar con detalle el impacto de su actuación sobre la ciudad, si bien podemos analizar algunas de las tendencias y cambios más relevantes que a lo largo de estos meses se han registrado, especialmente desde la perspectiva política de quienes dirigen la acción de gobierno, es decir, de los partidos y sus responsables municipales.

Sustituir un gobierno municipal que llevaba 20 años al frente de la Alcaldía no es tarea sencilla, con mayor motivo ante el estado de parálisis y descomposición al que el Partido Popular había conducido la ciudad. Eliminar miedos y temores en un cambio que no se presentaba nada fácil era un reto simplemente a la luz de la gigantesca deuda municipal contraída y la intervención presupuestaria que en consecuencia sufre nuestro Ayuntamiento a manos del Ministerio de Hacienda, junto a las graves limitaciones que de ello se derivan. La alternancia política se ha producido en la ciudad en términos de normalidad institucional, siendo grande la expectación que existía por conocer las prioridades políticas de la nueva agenda municipal del tripartito.

En pocas cosas coincidían tanto los tres socios del tripartito como en abordar prioritariamente la situación de emergencia social generada por la crisis y las políticas de ajuste aplicadas, especialmente sobre menores y sectores más desfavorecidos. De hecho, el alcalde socialista, Gabriel Echávarri, se comprometió repetidamente a que «el primer decreto -que firmaría cuando llegara a la Alcaldía- sería para abrir los comedores escolares a las ocho de la mañana para que todos los niños puedan desayunar», ya que según afirmaba «hay 3.500 niños a los que alimentan los profesores». Algunos sabíamos que la cifra era una auténtica exageración sin base alguna y al final la realidad se impuso. Este primer decreto nunca se firmó, el número definitivo de niños a los que el Ayuntamiento facilitó ayudas para comer fue de 525 y en lugar de abrir en verano unos comedores escolares que generarían cuantiosos gastos se organizó un servicio de catering que permitió distribuir los menús a domicilio, como bien explicó la concejala de Educación, Mª José Espuch. La realidad y la efectividad se imponían, abandonando con ello las promesas electorales huecas e imposibles que durante la campaña se multiplicaron. No hay duda de que en este tema de los menores necesitados de becas de comedor, como en materia de desahucios y en problemas sociales, ha habido una mayor preocupación en estos primeros meses de mandato, aunque muy condicionada por la grave situación económica de las cuentas municipales y por las limitaciones que establece el Ministerio de Hacienda sobre numerosas parcelas de la gestión municipal.

También es importante destacar el intento de apertura que se viene haciendo sobre colectivos y grupos sociales a los que el tripartito se ha acercado, en función de sus intereses y sensibilidades políticas. Sin embargo, en algunos casos se han tratado de buscar con ello más aliados estratégicos que respaldaran decisiones, a veces controvertidas, que un intento real por escuchar a personas y sectores diferentes y contrapuestos. El caso más paradigmático lo ha encarnado Guanyar, que dice defender movimientos participativos amplios, horizontales, directos, pero al que le ha faltado diálogo y cintura política en temas como los veladores, el Teatro Principal o los animales en general (toros, peces, erizos, cerdos vietnamitas?). Y esto es algo llamativo en este nuevo gobierno de izquierdas, ya que salvo Compromís y su portavoz, Natxo Bellido, tanto el PSOE como Guanyar han demostrado encajar de muy mala gana las opiniones y un periodismo que no prodigue la adulación o la simple reproducción de notas de prensa municipales. Más sorprendente aún cuando desde el tripartito en general y Guanyar en particular se ha apelado a la libertad de expresión y a la necesidad del ejercicio de la crítica a la hora de defender a sus concejales, algo que no parece aplicarse al resto de los mortales.

Ahora bien, un gobierno municipal dirigido por tres fuerzas que a lo largo de los últimos años han demostrado importantes diferencias y hostilidades entre ellas no deja de ser una apuesta arriesgada que exige de esfuerzos suplementarios. Los tres partidos necesitan incrementar la coordinación para que haya una política común, en lugar de actuaciones individuales de cada partido en cada una de las concejalías como ha sucedido en estos primeros cien días. Son muchas las disfunciones que están empezando a aparecer para que no comprendan la necesidad de lograr un mayor empaste en el equipo de gobierno para los próximos meses en los que se tendrán que tomar decisiones trascendentales, vitales para la ciudad y posiblemente controvertidas. Y también deberían tener una mayor empatía, esa que como dice el sociólogo estadounidense Richard Sennett encarna la verdadera autoridad.