Miles de personas hacen exactamente aquello que nosotros mismos haríamos de encontrarnos en una situación similar por salvaguardar nuestra vida y la de nuestras familias. Huyen víctimas del horror de la guerra buscando un refugio. En su huida intentan hallar una humanidad que la barbarie les ha hecho olvidar que existía. No huyen para buscar una vida mejor. Simplemente huyen para salvar su vida y la de sus hijos, sus padres o sus hermanos.

Desde Cruz Roja somos testigos cada día de la dura realidad que empuja a estas personas a emprender un arriesgado viaje sin posibilidad de vuelta. Un clandestino billete de ida que muchas veces ni siquiera garantiza la llegada al destino. Son muchas las personas que tristemente pierden la vida ahogadas en el mar o asfixiadas en los bajos de un camión. Al final no les mata la guerra, les mata la mala suerte, el destino, los riesgos de un viaje fatal y la indiferencia. Al resto de la humanidad, los que atendemos atónitos a estas noticias a través de los medios de comunicación, nos mata la impotencia. Surge ahí, en ese preciso instante, cuando se nos encoge el corazón, que nos damos cuenta que ellos podríamos ser nosotros. Que el hombre que camina cansado llevando a cuestas a su hija mientras intenta sortear los controles policiales, podrías ser tú. Que la señora que junto a un grupo de refugiados amamanta a su hijo, consolándole y protegiéndole, piensa sobre qué futuro le deparará a su familia y cómo afrontarán la llegada del frío del otoño a la intemperie, también podrías ser tú. Que los mismos que caminan hoy kilómetros y kilómetros y se la juegan en barcos de papel, son los mismos que hace unos días leían tranquilos el periódico tal cual hace el lector de este artículo.

Si hay algo bueno de esta crisis migratoria es el increíble movimiento solidario que se ha despertado en tantísimas personas que nos llaman cada día y acuden hasta nosotros para preguntarnos cómo colaborar, cómo canalizar a través de Cruz Roja su solidaridad hacia todos ellos y reducir su sufrimiento. A todas estas personas, a quienes están sensibilizados y concienciados sobre todo que la verdadera emergencia está ahora mismo allí, en los países en conflicto y en los que están recibiendo la llegada de refugiados, muchas gracias. Sus fondos contribuyen a que los compañeros y voluntarios de la Cruz Roja en Grecia, Serbia, Macedonia, Hungría, entre otros países, puedan ayudarles en sus necesidades inmediatas de ropa de abrigo, comida, bebida y apoyo social.

Tampoco en Cruz Roja queremos olvidar otros grupos de migrantes, que por diferentes razones, de hambre, pobreza, discriminación sexual, racial o persecución política, se ven obligados a huir de sus países. Aunque no ocupan espacio en los medios de comunicación estos días al menos, que sí ocupen un espacio en nuestra memoria, en nuestro propósito de seguir estando allí para ayudarles.

Parafraseando a Oliver Goldsmith: «El mayor espectáculo es un hombre esforzado luchando contra la adversidad; pero hay otro aún más grande: ver a otro hombre lanzarse en su ayuda». En nombre de todos los que hacemos Cruz Roja, gracias por estar ahí.