Si alguien me preguntara no sabría responder si me siento más empresaria que abogada o más abogada que empresaria. No puedo evitar que por mis venas corra la sangre de la industria del calzado y por eso me apetece compartir con ustedes la pequeña y gran historia que relato a continuación.

Antes de que llegara la crisis, los industriales del calzado, como en otros sectores, vivían una alegría en las ventas. No había problemas. Los precios de los zapatos se escandallaban con relajación. Si el modelo era bueno, poco importante era el precio. De pronto, estalló la crisis arrastrando a las empresas a perder a ningún destino y sin saber por qué. Todo esto sucedía mientras los políticos querían alcanzar con su mirada lo que sucedía pero no lo podían ver. Perdían su mirada en el tiempo sin querer reconocer que los industriales estaban dejando de serlo, entre otras cosas, porque China ofrecía los mejores precios y se estaban apropiando del mercado español, europeo. Algunos empresarios del calzado de la provincia tuvieron que implantar sus empresas en China, la mayoría pasaron a ser empresas de distribución de producto fabricado en Asia.

Mientras esto sucedía, políticos paraban su mirada en el tiempo de bonanza porque no querían reconocer que la industria del calzado era un valor y una especie en extinción.

Tras la tormenta, decían que llegaría la calma a pesar de que tras la crisis y la ocupación del producto chino, algunos de los industriales del calzado de Elche, Elda, Villena, etcétera, caían en picado. Esto ocurría como consecuencia de tanto andar por el mundo de la empresa sin frenos, por el camino de los sueños, se prometían a sí mismos levantar la cabeza. Cumplían sus ansias arrastrándose entre espinas en su afán de resistir, de triunfar de nuevo. Amaron a las empresas que veían perder durante estos últimos años, presintiendo que el precio del castigo no era el de la entrega al fracaso sino el inicio de un camino apasionado que si conseguían resistir llegarían al éxito.

Los empresarios que lo han logrado, los que han conseguido subsistir, son los grandes guerreros de la industria. Ahora que por fin es más interesante fabricar en España que en China, sobre todo el calzado de piel porque los gastos de transporte, los aranceles y los veinte días que tarda el barco en llegar a la península, es decir, los cuarenta y cinco días que transcurre desde que se hace el pedido hasta que se tiene en la puerta. Así, estamos hablando de unos dos meses a tener en cuenta de tiempo de servicio de la mercancía. Frente a esto, la respuesta de nuestras fábricas es de dos a tres semanas, lo que facilita las reposiciones y la rotación del producto en las ventas a la hora de hacer las compras en las empresas españolas. Es cierto que si comparamos el acabado de los calzados fabricados en Asia con los que se hacen en nuestra provincia, cuando son de precio elevado están mejor que aquí, pero... si comparamos los económicos ya no hay mucho que destacar.

En cuanto a los procesos de fabricación, los guerreros de la empresa del calzado se encuentran con una dura tarea desde que se inicia el día, arranca con el mantenimiento de oficinas, realización de muestrarios, talleres de cortado o aparado, mecánica y envasado. Hay que tener en cuenta que este sector, en Seguridad Social, sin ir más lejos, debería de tener un tratamiento diferenciado, ya que el treinta y tres por ciento de cada zapato ha sido posible gracias a la mano de obra, otro treinta y tres por ciento a gestión, y otro tanto por igual a materia prima.

Hoy, todavía no hablamos con la alegría de hace diez o quince años, pero las fábricas han notado una ligera mejoría. Se ajusta mucho en precios y en economía de fabricación. El tema financiero va remontando lentamente y en el sector se nota. Hace unos años todo eran quejas, pesimismo y grisedumbre por parte de los empresarios. Hoy de tanto querer ser en sus empresas los primeros, de haberse olvidado de vivir los éxitos, hoy les toca retomar el papel del guerrero, del que lucha por vivir ganando tiempo al tiempo y viviendo el gran momento actual de volver a resurgir. Lo hacen con mucha dignidad, y con las fábricas en su mayoría legalizadas, porque aunque parezca extraño para los que no conocen este sector antes era incalculable el número de fábricas que producían por los campos en economía sumergida. Los chinos, con sus talleres de aparado implantados en nuestra zona para dar servicio al sector trabajan dentro del marco legal compitiendo en precios con los nativos de nuestra tierra. Apenas han nacido nuevas empresas en el sector del calzado. Quedan las que han aguantado con dignidad atravesando tiempos revueltos.

Creo que los empresarios del calzado ya no son como ayer, han aprendido a vivir luchando, son los grandes guerreros de hoy. De tanto fracaso, de tanto intentarlo, ya son una casta especial. De tanto robarle tiempo a sus noches de sueños convirtiéndolos en realidad, merecen ser premiados por su resistencia.