El Gobierno aprobó el pasado viernes la recuperación total de la paga extra que en su día suprimió a los funcionarios así como restituir los días libres, que también eliminó en los momentos más duros de la crisis, a escasos tres meses para las elecciones. Fueron los trabajadores de la administración pública quienes se vieron seriamente perjudicados por esa medida, pero no fueron los únicos a los que la crisis les lanzó un zarpazo económico, que en muchas situaciones fue letal. Miles de jóvenes se vieron obligados a emprender una diáspora en busca de oportunidades. Decenas de millares perdieron el empleo y pasaron a engrosar las listas del paro. Otros tantos sufrieron en sus carnes la supresión de parte de sus derechos laborales adquiridos y consolidados. Y cientos y cientos de trabajadores mayores de 55 años que, tras las prestaciones correspondientes, decidieron dar el paso de acceder a una jubilación, anticipada hasta donde se podía, para poder lograr una pensión con el consiguiente perjuicio ocasionado en las retribuciones a percibir. Todas estas situaciones son irrecuperables pese a la mejoría económica de la que hace gala el Gobierno y han repercutido de tal forma en los directamente afectados que les han marcado un antes y un después de esta crisis que se ha manifestado con una virulencia de tal magnitud que la ha hecho diferente a las anteriores. Veníamos de una bonanza económica, de nadar en la abundancia, de vivir por encima de nuestras posibilidades, como hemos tenido que escuchar en tantas y tantas ocasiones en los últimos meses, que dificilmente se podrá borrar la huella que la recesión marcó en los rostros de quienes no pudieron esquivar su impacto y de todos aquellos que se dejaron por el camino gran parte de su horizonte vital.
