El Jubileo de la Divina Misericordia, que comienza el 8 de diciembre de 2015 y se extiende hasta el 20 de noviembre de 2016, otorga el perdón de los peores pecados, entre ellos el del aborto, como fruto de la Divina Misericordia.

El texto del canon 1.398 dice: «Quien procura el aborto, si este se produce, incurre en una excomunión automática». Esta sentencia alcanza a las mujeres abortistas, a los médicos que practican el aborto, a los enfermeros, padres que consienten, maridos o parejas involucradas. La excomunión es la peor pena para un fiel cristiano porque le excluye de la vida y de la práctica religiosa cristiana. Y la pena canónica es tan grande que solo el Obispo puede levantar esta pena y aquellos sacerdotes a los que él haya autorizado.

El problema es muy grave porque muchas mujeres quieren confesarse y volver a la práctica religiosa, pero no pueden recibir la absolución so el Obispo o el sacerdote autorizado no se la dan. El privilegio del Jubileo de la Misericordia consiste en que concede a todos los sacerdotes del mundo un permiso especial, durante este Año Santo, para perdonar el pecado del aborto y la excomunión.

El Papa, Francisco, en una carta dirigida al presidente del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización del Vaticano y responsable de organizar las actividades del Jubileo, Salvatore Rino Fisichella, expresaba su hondo sentimiento de pena por esta situación de las abortistas. Escribía: «Conozco bien los condicionamientos, que condujeron a las mujeres abortistas a la decisión del aborto. Sé que es un drama existencial y moral. He encontrado en muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida y dolorosa».

Para que la absolución del pecado del aborto, confesado en el Sacramento de la Penitencia, sea efectiva hace falta, además de la autorización del Obispo, el arrepentimiento personal del pecado por parte del penitente. De lo contrario, no vale la absolución. Hay que tener en cuenta, como recordó el Papa, que muchas personas viven el drama del aborto «con superficialidad», casi sin darse cuenta del gravísimo mal que comporta este pecado, y otras personas, que no tenían otro camino por donde ir. El perdón del pecado del aborto exige el arrepentimiento.