¿ Y ahora qué? Esta va a ser la gran pregunta del día 28, después de las elecciones plebiscitarias catalanas. Según el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) «Preelectoral de Cataluña. Elecciones Autonómicas 2015» en las mismas en ningún caso las candidaturas independentistas (Junts pel Sí y la CUP) van a tener mayoría de votos -mínimo que sería exigible en cualquier plebiscito-, aunque podrían ganar por un escaño en el Parlament que es el objetivo que se ha fijado Artur Mas. Dependerá de la participación y de los indecisos. Gane quien gane y sea cual sea el resultado. Han llevado las opciones a extremos muy difícilmente reconciliables, a extremos que han contagiado a la sociedad, a sus seguidores. Vayan pensando, ¿y ahora qué?

Vale, los ciudadanos de Cataluña se han posicionado a favor o en contra de la independencia de Cataluña. Han reclamado la separación de España -del Estado Español, que dicen- como imprescindible para su futuro. Según la encuesta del CIS, un 41,3 se declara nacionalista catalán, o el 46,1% partidario de que se reconozca a las regiones y nacionalidades «la posibilidad de convertirse en Estados independientes». A la pregunta de «¿Podría decirme, por favor, dónde se colocaría usted en una escala del 1 a 10 en la cual el 1 significa el mínimo grado de nacionalismo catalán y el 10 el máximo grado de nacionalismo catalán?», la media está en el 5,7, la sociedad apoya claramente el nacionalismo catalán, pero en los extremos -grados 1 y 2 o 9 y 10- se sitúan más del 41%. La sociedad se ha polarizado entre los nacionalistas al máximo, o si quieren radicales, y los mínimamente nacionalistas o si quieren nacionalistas españoles. En el continuo izquierda derecha, según la misma encuesta, la sociedad es de izquierdas, más del 30% está en 1-2 mientras que los grados 9-10 apenas recoge el 3% y aunque la media es 4 la desviación es mucho menor. La encuesta no pregunta por los de «arriba y abajo», o sea «la casta» y los demás, que tan rentable le fue a Podemos en las municipales, ya no pueden convertir esa contradicción entre los que tienen poder y los que no en el eje de la campaña; entre otras cosas porque detentan poder.

Cuando se tensa la cuerda, siempre existe el riesgo de que se rompa. Y en las elecciones es inevitable que las propuestas se polaricen, se escondan los matices y predominen los trazos gruesos, a veces muy gruesos, para definir el perfil de la propia candidatura, para que la propuesta que hace cada partido sea reconocible y diferenciada por los electores. Se subrayan las diferencias y se soslaya lo común, se polarizan las ofertas electorales. Cada cual busca centrar la atención en aquellos aspectos en los que cree que tiene ventaja sobre los rivales o marca diferencias con los otros, con los competidores.

El PS de Cataluña, IU, o Podemos -estos se mueve en una calculada ambigüedad buscando el voto transversal- han sido incapaces de que la precampaña se centre en defender opciones netamente de izquierdas. En primer lugar, porque durante años han intentado ser más nacionalistas que los propios nacionalistas de Convergencia o de Esquerra Republicana de Catalunya, lo que les ha acarreado división y dimisiones, más al PSC. En segundo lugar han sido incapaces de llevar la campaña a las diferencias entre la izquierda y la derecha en la crisis, que habrían podido rentabilizar.

El gobierno de Mas se ha mostrado tan orgulloso, o más, que el de Rajoy de la política de recortes: los dos coinciden en atribuirse los logros de la política económica de estos cuatro años. Basta con ver la situación de la sanidad pública en Cataluña. En eso coinciden. Como coinciden en culparse mutuamente de la falta de colaboración entre el Gobierno central y el autonómico. Hasta el extremo de acusarse de no respetar la Constitución y las competencias estatutarias. De ahí la ley exprés sobre competencias del Tribunal Constitucional, o la convocatoria plebiscitaria. La radicalización de la campaña en torno a los nacionalismos beneficia a Junts pel Sí y al PP, a los que hacen gala de catalanismo y de españolismo. A ambos les beneficia, las derechas actúan de forma temeraria polarizando a la sociedad. De paso alejan el debate del problema del paro y la situación económica que es el primer problema para más de la mitad de los encuestados. Igual pretenden eso.