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Desde mi terraza

Luis De Castro

Solidaridad

La fotografía de Alan, el niño iraní que apareció muerto en una playa de Turquía, ha conmocionado al mundo y ha provocado una insólita reacción de solidaridad en toda Europa para acoger a los cientos de miles de refugiados -principalmente sirios- que huyen de las guerras que asolan sus países. Y es precisamente Siria el país que más caro ha pagado su adhesión a lo que se denominó Primavera Árabe con origen en Túnez, para convertirse en la Primavera de Damasco que fue extinguida en seis meses por un régimen totalitario y casi feudal que se disfrazó de cordero hasta que apareció el lobo. A los grupos rebeldes se unió el denominado Estado Islámico, grupo terrorista que en un principio fue apadrinado por Al Qaeda; la guerra entre los rebeldes y el gobierno está literalmente destruyendo Siria y ha provocado el éxodo masivo hacia Europa de los sirios que huyen de una guerra que surgió como protesta y en demanda de derechos civiles. Pero ha sido la fotografía de Alan, a la que se podría calificar como periodísticamente obscena, el aldabonazo que golpeó la conciencia de Europa, titubeante al principio en cuanto a la admisión de refugiados políticos, pero que finalmente se aceptó como una cruel realidad a la que había que responder. El Gobierno Español no escapó a aquella actitud titubeante hasta que Alemania enarboló la bandera de la solidaridad, y lógicamente su más fiel aliado se subió al carro de la solidaridad de forma un tanto vergonzante inicialmente. Sea como fuere, una vez más han sido los ciudadanos europeos quienes demostraron estar a la altura de las circunstancias en una actitud solidaria que honra al ser humano. Pero la vida sigue en todos los países, y España respira con inquietud por numerosas causas, siendo quizás la más importante el inmediato 27 de septiembre, fecha de las elecciones al parlamento catalán, que pueden traer -o no- una nueva situación política de consecuencias trascendentales para el país. También en la Comunidad Valenciana y en nuestra ciudad de Alicante empieza a digerirse la existencia de un gobierno comunitario y uno local que, a base de un tira y afloja, de ceder unos y otros en diversos temas, empieza a asentarse. Creo sin embargo que es la Generalitat Valenciana quien camina con paso más firme; sin prisa pero sin pausa se avanza en temas hasta ahora inabordables como la reclamación de la deuda histórica del Estado central, la patata caliente de Canal Nou y el intento de que la inversión efectuada con la Ciudad de la Luz no se pierda y se recupere la función para la que, acertadamente o no, fue creada. En definitiva, se está dando la cara ante unas situaciones a las que un gobierno coherente no podía ignorar. La confluencia de diversas sensibilidades políticas unidas por el bien común no está resultando tan catastrófica como muchos agoreros vaticinaban. Y les confieso que me gusta la actitud moderada y dialogante que está demostrando el president Puig, así como la de algunos consellers entre los que sin duda destaca un alicantino, el profesor de Derecho Manuel Alcaraz al frente de la nueva Conselleria de Trasparencia, que está mostrando una actitud política tan coherente como la que mantuvo en lo profesional. Algo parecido sucede en nuestro Ayuntamiento; tras algún rifirrafe inicial parece que el tripartito respeta las competencias; no fue inteligente el enfrentamiento con el mundo de la hostelería en el tema de los veladores de las terrazas, con exigir el cumplimiento de las ordenanzas municipales bastaba, y eso debe ser comprendido y aceptado por los propietarios de los bares y restaurantes ante la ocupación desmedida de la vía pública. Tampoco fueron acertados los exabruptos de la concejala Marisol Moreno en las redes sociales, y su silencio actual centrado en el trabajo viene a demostrar que está mucho mejor calladita. Algo parecido ha sucedido con el nuevo concejal de Cultura, Daniel SimLa Perla. ... «Quienes alcanzan el poder con demagogia terminan haciéndole pagar al país un precio muy caro» (Adolfo Suárez)

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