Comparto una tertulia con, entre otros, un buen amigo cinéfilo y hablamos de estrenos y de actores y actrices, y de películas favoritas y de secuelas cinematográficas. Recuerda mi amigo Casablanca, la película estadounidense que dirigió Michael Curtiz, en 1942, y en la que Ingrid Bergman y Humphrey Bogart se consagraron en el estrellato. Llego a casa y reviso una vez más la película y de nuevo me entusiasma el ingenioso guión, la originalidad estética y la complejidad emocional de la obra en su conjunto. Termina el filme y me repito, mirándome al espejo, la frase de Bogart de que este es el comienzo de una gran amistad. Sonrío cuando termina la película y reflexiono que el sentimiento de la felicidad está en aprender a sentirse dichoso con lo que uno tiene y en apreciar las cosas de las que uno disfruta, mirando la vida con ojos nuevos, como si vieras todo por primera vez.

Vuelvo a encontrarme con mi amigo y hablamos de nuevo de Casablanca, de su director, de los actores, del guión y de sus giros, de los diálogos de la película y de sus geniales interpretaciones. Mi amigo me mira y sonríe. Y, ahora, un poquito más serio, se para y me dice: «Oye, cambiando de tema, ¿qué es para ti la felicidad?».