Recuerdo que disfrutando el mes pasado de unos días de vacaciones, asisto a una fiesta en la que actúa Conchita Wurst, personaje artístico creado por el cantante austriaco Thomas Neuwirth, que la define como una mujer barbuda creada como «una declaración de la tolerancia y de la aceptación» y que consiguió triunfar en Eurovisión en el año 2014 con su conocida canción Rise like a Phoenix. Me sorprendió gratamente su buena voz, sus pegadizos temas y su provocadora estética con su llamativa barba y su ajustado vestido de noche que obtuvo el entusiasmado favor y aprecio de un apasionado y alegre público.

También recuerdo haber leído que el cantante hebreo estadounidense Matisyahu cierra con su concierto el Rototom Sunsplash de Benicassim, considerado el festival de música reggae más grande del mundo, y que el músico judío se encontró con abucheos, silbidos y lanzamiento de botellas y zapatos, así como también con aplausos del público que se mostró dividido durante su actuación.

Y reflexiono que la tolerancia supone la aceptación de aquellas personas, cosas o situaciones, diferentes e incluso contrarias a las nuestras, y que podemos entenderla como el respeto y la consideración a las diferencias y que es una de las virtudes que más conflictos evita. Y que supone la aceptación de la diversidad étnica, social, cultural, religiosa o de condición sexual o de opinión, e implica admitir y respetar las distintas formas de entender y posicionarse ante la vida, siempre que no atenten contra los derechos de los demás. La tolerancia no es indiferencia, sino que supone respeto e incluso entendimiento, denunciando que estamos en un mundo donde, en ocasiones, se desprecia a otro por pensar de forma diferente, o donde se echa a los hijos del hogar por ser homosexuales en el mejor de los casos o en el peor se les condena a muerte, y donde se mata a otros seres humanos por diferencias de ideología, etnia o color de piel.

Me levanto y miro a lo lejos, considerando que la mayor parte de los conflictos que se generan en el mundo se sustentan en la falta de tolerancia, de donde entiendo la importancia que tiene educar a nuestros hijos en esta valiosa virtud, y es que no nacemos tolerantes, sino que se nos educan en ello, y si hay algo fundamental para establecer buenas relaciones con los demás es aprender a ser tolerante desde la edad más temprana.

Me siento frente al mar y siento la brisa en mi rostro, contemplando su inmensidad. Y pienso que me apetecería oír cantar otra vez a Conchita Wurst. Y también poder escuchar por primera vez a Matisyahu. Y sonrío. Y pienso también que me encantaría que la tolerancia siempre estuviera presente en mi vida.