Hemos hecho historia. Ahora hagamos algo más difícil. Diseñemos el futuro. Las personas que formamos Ciudadanos tenemos una virtud; no nos importa de donde venga la gente que quiere colaborar con nosotros, siempre que cumplan dos requisitos. Primero, que no tengan nada que ocultar. Y segundo, que sirvan al interés común.

Desde el principio vimos claro que el problema de los partidos viejos viene, no por la edad de sus cuerpos, sino por la de sus mentes. No han evolucionado. El no va más de la modernidad ocurrió en el año 1982. El PSOE se queda, año arriba, año abajo, en esa década, cuando agrupa a la mayoría de la izquierda y a parte del centro derecha. De otra forma hubiera sido imposible la mayoría absoluta. Y consigue darle un soplo de energía a España.

Sus espasmos de corrupción, y líderes que se resisten a dar el paso a una nueva generación de socialistas, nos lleva a la segunda oleada de modernidad.

El PP del año 95-96 consigue aglutinar a la totalidad de la derecha y parte del centro izquierda, de otra manera hubiera sido imposible la mayoría, y dota de un nuevo impulso a España. Fin de la Transición.

Un final de atentado terrible, y errores, unidos al germen de la corrupción que se destaparía más tarde, engullen su proyecto.

¿Fin de la modernidad política? ¿Fin de la inteligencia política? ¿Fin de la regeneración política?

¿Nos vamos a casa, y que la resaca nos lleve hacia el final de las ideas?

Se preguntaba Albert Rivera en uno de sus mítines el porqué de nuestra dedicación a la política. A la «res pública». A ese noble ejercicio que debería ser ocupación de mujeres y hombres honrados.

Ha sido por incomparecencia. Porque aquellos que deberían haber renovado el capital político del país, habían hecho de la política una forma de ganarse la vida y no una forma de solucionar problemas. Y por ello estábamos allí.

Porque ese pequeñísimo proyecto que era Ciudadanos, que todavía se debatía entre salir de Cataluña o no, que había tenido un sueño de convivencia y de libertad, de trabajo y de progreso, había decidido dar un paso al frente y salir al frío exterior.

Había decidido qué quería ser de mayor. Que quería ser algo diferente a los partidos viejos. Que quería mostrar lo mejor de la izquierda y de la derecha, del lóbulo derecho y del izquierdo del cerebro de los hombres y lanzarse al ruedo. Que no sería muleta de aquellos que sólo esperaban perpetuarse en las estructuras de poder sin darse cuenta de que ya no ofrecían nada.

La revolución permanente de las ideas, el contrato con el Ciudadano, el control del Gran Leviatán, el reconocimiento de los errores, el respeto al adversario, el poder llegar a acuerdos con unos y con otros si lo propuesto es razonable...eran necesarios.

¿Se dan cuenta de que eso es precisamente lo que hemos hecho en Andalucía, en la Comunidad de Madrid, en la Rioja, en Murcia, en Alicante?

Allá donde la aritmética nos ha dado paso, hemos facilitado la gobernabilidad y la estabilidad sin mirar etiquetas, sin importar la crítica. Porque el Ciudadano, no las ideologías, es la medida de todas las cosas. La sanidad, la enseñanza, los asuntos sociales, el trabajo, las infraestructuras, la emigración... son las verdades que nos incumben, sin que quien lo proponga importe demasiado.

Esa es la verdadera modernidad. La revolución permanente que le ofrecemos desde nuestro partido Ciudadanos. Para que los 1982 y 1995 sean hitos reconocibles que nos enseñen a estar en permanente lucha por la modernidad de las ideas. Ciudadanos es el cambio sensato. Le esperamos a usted.