El nacionalismo es una enfermedad en sí mismo. Tiene las características sociológicas y políticas necesarias para hacer de esa vagoneta una auténtica locura. Si usted es joven, es decir tiene menos de 60 años, sólo habrá vivido una guerra en Europa, y la protagonizaron una banda de desalmados nacionalistas que ahogaron los anhelos de vida de miles de yugoslavos. Daban lo mismo las razones esgrimidas por esos patrios matadores. Hermanos contra hermanos, razas contra razas, religiones contra religiones. Europa, una vez más, sucumbió ante el horror de una militarizada población nacionalista en busca de la patria perdida.

El relato siempre es el mismo. Tiene, principalmente, dos argumentos y dos herramientas. El primer argumento es el falseado de la historia para componer un relato absolutamente falaz de acontecimientos históricos que nunca han ocurrido como si de una producción cinematográfica fuese. Por ejemplo con esa Cataluña que fue nación y fue esquilmada y secuestrada. Toda una mentira bien organizada con un guión perfilado para que los actores actúen en consonancia. Tú pones a unos cuantos políticos a repetir el mantra de una historia irreal, pones a unos cuantos empresarios afectos al régimen que además pagan comisiones, pones al club de fútbol más representativo para que dé color al espectáculo y ya tienes el primer ingrediente.

El segundo argumento nacionalista siempre es la búsqueda de un enemigo. España. Aquí lo tienen chupado. «España nos roba» es el grito de guerra. Sólo el 3% les ha venido mal. Bueno el clan Pujol tampoco ha ayudado en el latrocinio previsto. Robar, robar, de eso saben. Pero claro, entonces lo dibujan como una conjura judeo-masónica como Franco pensaba. Siempre hay que buscar enemigos para edulcorar el producto nacionalista. Si no tienes enemigos, no tienes proyecto político nacionalista. El «no nos entienden», y «no hay diálogo» cuando convocan referéndums ilegales y consultas «atontolinás» parece otra de chiste.

Además tienen dos herramientas al servicio de la causa. La primera es el sistema educativo. Durante demasiados años se ha estado renovando el discurso filosófico nacionalista en la escuela. ¿Qué puedes sacar de una sociedad que manipula a sus hijos con profesores mayoritariamente nacionalistas? A buena hora iba un docente a enfrentarse con sus compañeros de la causa. Multitud de cátedras universitarias amañadas a dedo para consolidar un sistema que desde bien pequeñitos ha fabricado seres nacionalistas. No se puede ser más sectario. La lengua se ha convertido en un látigo. ¿Me hace más o menos valenciano a mí el hecho de que yo no hable ese maravilloso idioma? Pero hete aquí, que para ellos la lengua es una herramienta discriminatoria contra el resto. Es el arma arrojadiza contra los que no la hablan. En vez de ser una vía de esplendor cultural es una reivindicación política. ¡Toma ya!

La segunda herramienta utilizada ha sido la televisión pública y los medios de comunicación al servicio de la nómina domiciliada. Sean ustedes valientes e identifiquen alguna noticia o algún periodista en la empresa pública que no esté por la causa nacionalista. Difícil. Esa herramienta, poderosísima, de adoctrinamiento desde los dibujos animados al Barça, ha eliminado el pensamiento libre. Para qué vas a pensar distinto que el redil si dentro se está más calentito. Hasta te pueden pagar el 3% de coima.

Todo eso ha pasado. Y ha pasado porque los dos grandes partidos nacionales se han acostado con los nacionalistas cuando les han necesitado. Y se han bajado los pantalones haciendo crecer el número de nacionalistas y su irredenta e insatisfecha reivindicación continua. No han parado de pedir porque los otros les han dado.

Que a nadie le extrañe ahora esta deriva nacionalista hasta el fin de la nada. Se veía venir. En el País Vasco asesinando a cientos de personas contra España. En Cataluña hilvanando una sociedad sectaria y dividida donde el pensamiento único se hacía paso. No soy nacionalista porque huyo de las collas y de la quema de banderas y sus guerras. El nacionalismo es una de las mayores estafas europeas de este siglo. Hemos visto una guerra en Europa gracias a su lenguaje matarife y pueblerino. Pueden seguir adoctrinando a niños y consentidores. Yo lucharé por convencer a más gente de que hay vida fuera del nacionalismo. Libertad, se llama.