Ni la inmigración subsahariana era un problema de Europa, ni la que tiene su origen en la guerra civil Libia, ni los refugiados e inmigrantes que llegan a Italia, Grecia o mueren en el Mediterráneo eran un problema de Europa. Por lo tanto los que vienen de las guerras de Medio Oriente, de Siria, de Irak o de Afganistán, tampoco serían un problema europeo. Dirán. Aunque en esta ocasión entren por los países de Este de la Unión Europea. Ya no es un problema mediterráneo solamente, sino que afecta al centro y norte de Europa. En un mundo global los problemas son globales y cuanto mayor sea el agente social o político que lo aborda, más eficaz será la respuesta. Conseguir una mínima eficacia requiere una respuesta de la Unión Europea si se quiere ser mínimamente -tampoco se puede ser mucho más- eficaz. Más Europa.

Ninguno de los 28 países europeos por sí solo puede dar respuesta al problema de los refugiados o de la inmigración. No es un problema de Alemania por mucho que se empeñe el primer ministro húngaro Viktor Orban; igual que no era un problema exclusivo de España, Italia, o Grecia, ni siquiera de Gran Bretaña y Francia. No hay fronteras ni alambradas capaces de parar la desesperación de los que tienen que abandonar su tierra y a los suyos para intentar sobrevivir. Y la respuesta más eficaz -cómo pasó con la epidemia de ébola- es la que se da en origen, intentando cambiar las condiciones que provocan la salida de la gente sean estas económicas o bélicas. El primer ministro húngaro seguirá diciendo las ocurrencias correspondientes para intentar frenar al partido nazi que está más a su derecha, que ya es decir. Al fin y al cabo Viktor Orban modificó la composición del parlamento y el sistema electoral para hacerse un traje a medida. Algo que algunas veces ha tentado a Rajoy; y que hizo Cospedal en Castilla-La Mancha, aunque con resultados fatales.

Si bien la delimitación no es clara ahí dos problemas, el de los inmigrantes que buscan unas mejores condiciones económicas para su vida: por ejemplo la mayoría de los latinoamericanos que vinieron a España. Y, el de los refugiados que huyen de sus países de origen por motivos políticos o de guerras. Éste es de un tipo y el de la inmigración de otro, y ambos requieren abordajes distintos. Los refugiados están protegidos por el derecho internacional en la Convención de Ginebra de 1951, respaldado por la Unión y en el caso de España desarrollado por la Ley 12 /2009. Los refugiados de las guerras de Libia, Siria y Afganistán antes de dirigirse a Europa están acampados por cientos de miles en las fronteras de los conflictos: Jordania, Turquía, Líbano, Irak, Túnez y Egipto. Argelia o Mauritania han acogido y mantienen a decenas refugiados centroafricanos con el apoyo de ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados). Hay países como Líbano en que los refugiados suponen el 20% de sus residentes. Cuando aquí el gobierno racanea entre dos o seis mil refugiados, no deja de ser sonrojante. Los datos de ACNUR por regiones y países así como las previsiones se pueden ver en: http://www.unhcr.org/pages/4a02db416.html#_ga=1.23186554.1927935589.1441343382.

El problema de la inmigración requiere ayudar en el desarrollo de las zonas del como ha hecho la Unión Europea, con los países del este africano; y como ha hecho Francia, también España, colaborar en Mali y en Chad para evitar la implantación de los radicales islamistas de Boko Haram en el Sahel (INFORMACIÓN 21 -II-2015. África, entre los 0 y 20º). El crecimiento económico en Latinoamérica ha sido clave para frenar la emigración a nuestro país y para que puedan regresar a sus respectivos países. La Unión Europea sigue siendo para muchos un ideal paradisíaco y no falta razón, su poder de atracción es directamente proporcional a las desigualdades existentes con otros países.

En esta ocasión el eje París-Berlín ha funcionado de forma ágil y eficaz impulsando la actuación de la Comisión Europea. La intervención coordinada de Hollande y Merkel ha ayudado a rectificar los planteamientos de Cameron, de Rajoy, y también la de los europeos del este que parecen no haber entendido el proyecto de la Unión. Alguno se mueve en planteamientos nacionalistas cuando no racistas y xenófobos como es el caso de Orban que ya tuvo que ser llamado al orden por la Comisión cuando buscaba la pureza magiar en países vecinos. Una joya.