Para aquellos que nacimos en los últimos años del franquismo, Txiki Benegas era ese político sobre el que leíamos en los periódicos o al que veíamos en la televisión a mediados de los 80 y que conocíamos porque, a pesar de nuestra juventud, comenzábamos a leer un par de periódicos al día y a ver los telediarios de la noche mientras cenábamos. Desde su posición en la dirección del Partido Socialista o desde las numerosas responsabilidades que tuvo Benegas en la política vasca, siempre me llamó la atención el hecho de que, al contrario de algunos políticos de aquella década, y de muchos políticos actuales, jamás le escuché ninguna salida de tono ni ningún comentario despectivo hacia sus oponentes políticos. En aquella época, en los que llevaba aquellas gafas de cristales grandes, Benegas fue uno de los principales protagonistas de la lucha contra el terrorismo de ETA siendo la cabeza visible de la posición socialista que trataba de llegar a acuerdos y al entendimiento con el nacionalismo vasco democrático como medio para conseguir el fin del terrorismo. Pero, al mismo tiempo, siempre fue partidario de una posición estricta ante cualquier veleidad independentista del PNV. Y así fue. Gracias al Pacto de Madrid de 1987 y al Acuerdo de Ajuria Enea un año después, ambos impulsados por Felipe González, ETA sufrió su primer golpe de una larga lista de actuaciones políticas y policiales que terminó con su claudicación en el año 2011.

Durante los llamados años de plomo, años en los que ETA mataba cada semana, el Partido Socialista del País Vasco fue el único partido constitucionalista que defendía la unión de los demócratas frente a la barbarie de ETA. En 1984, con el PNV instalado en el radicalismo y con la ausencia de un partido conservador vasco, el PSOE se articulaba como un partido organizado gracias a unas bases que dieron una lección de la importancia de la convicciones que ya había dado durante el franquismo. Lo contaba el propio Txiki Benegas en Memoria de Euskadi (Editorial Aguilar, 2009), libro en el que la periodista María Antonia Iglesias hizo lo más parecido a un resumen de los años que España, y muy especialmente el País Vasco, vivió bajo la presencia constante de los pistoleros etarras. Benegas vivió amenazado por ETA desde 1977 y pudo ser asesinado en lugar del senador Enrique Casas, que murió en 1984 de quince disparos.

Pese a tener una diana dibujada en las paredes cercanas a su domicilio siempre supo que la actuación policial y la colaboración con el nacionalismo eran la única vía para terminar con ETA. De todo ello habló también en el libro La memoria recuperada (2003) de la misma periodista. Pensaba Benegas que fue fundamental «atraer al PNV a una posición de aceptación del marco constitucional y estatutario». Para María Antonia Iglesias, Txiki Benegas era capaz de desmontar el cinismo y la falsificación política con pocas palabras. Hizo gala de la responsabilidad política de una manera tan profunda que dijo no tres veces a Felipe González cuando le propuso ser ministro. Su papel, pensó Benegas, era más importante en la organización del partido, apuntalándolo, que en el Gobierno. Creía que la disciplina a un partido político se demuestra cuando se está en desacuerdo y en minoría, aceptando lo que la mayoría ha decidido. Qué gran lección para muchos que en cuanto les quitan el cargo público cargan contra su propio partido desde los medios de comunicación.

Se ha dicho que uno de los principales errores del socialismo del 82 fue no haber limpiado la administración pública, y en especial la policía, de franquistas que siguieron usando los métodos de la dictadura durante varios años. Fruto de aquella presencia del tardofranquismo en los años 80 fueron los asesinatos y la violencia física ejercida por grupos de ultraderecha como el Batallón Vasco Español. Ahora que desde algunos sectores de la izquierda, así como desde esas ideas neojoseantonianas que tan de moda se han puesto, se quiere desprestigiar la Transición y las primeras legislaturas socialistas, cabe recordar a todos aquellos que, como Txiki Benegas, se jugaron la vida para que nosotros podamos ahora disfrutar de una democracia plena. Hay que recordarlo pese al intento de silenciar lo ocurrido por parte de todos aquellos que en el peor momento de la violencia etarra miraron para otro lado o se aprovecharon económicamente de ello.

Ha fallecido Txiki Benegas sin dejar, que sepamos, escritas sus memorias políticas. Las echaremos en falta mientras seguimos esperando, sin mucha esperanza de leer algún día, las de Felipe González o las del periodista Miguel Ángel Aguilar. El no haberlo hecho, a pesar de su importante papel durante la Transición y la lucha contra ETA, se debe a que Benegas nunca quiso figurar. Su labor en aquellos años, como la de muchos otros, fue callada y lejos del estrellato que algunos persiguen. Sólo quien ha conocido la claridad y las tinieblas ha vivido de verdad, dijo Stefan Zweig.