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Gerardo Muñoz

Momentos de Alicante

Gerardo Muñoz

Una avioneta se estrella contra la Casa Carbonell

Son las diez y media de la mañana del viernes 26 de junio de 1925. Es una mañana radiante. Los alicantinos que se hallan en el puerto y el paseo de los Mártires de la Libertad ven en lontananza acercarse una avioneta que sobrevuela la isla de Tabarca.

Es el correo aéreo número 53 de las líneas Latécoère (fundada por Pierre-Georges Latécoère ocho años antes en la región francesa de Toulouse), que se aproxima a Alicante procedente de Argel.

Se trata de un hidroavión marca Lyoret con motor Renault de 400 caballos de fuerza, conducido por Louis Mingot, uno de los pilotos más expertos de las líneas Latécoère, pese a tener solo 28 años de edad. Aunque son numerosos los alicantinos que se apellidan Mingot (de procedencia francesa), este piloto no es natural de aquí, sino de la localidad gala de Angulema. Está soltero y vive en Alicante desde hace tres años, donde ha hecho muchas amistades gracias a su carácter extrovertido.

Mingot lleva muchas horas de vuelo, pues inauguró el servicio de correo aéreo de la línea para la que trabaja entre Alicante y Orán, y Alicante y Argel. Hasta ahora solo ha tenido un contratiempo grave: cuando se quedó flotando en alta mar a causa de una «pane» (fallo mecánico) durante 14 horas, hasta que le recogió un buque inglés.

La plaza de copiloto está ocupada por otro empleado de Latécoère, el radiotelegrafista Emmanuel Salvadou, nacido en Perpignan hace 25 años.

Pero Mingot y Salvadou no son los únicos seres vivos que van en el hidroavión, ya que en este tipo de aviones es obligatorio llevar siempre varias palomas mensajeras, que tienen como misión avisar de cualquier avería que pueda sufrir el aparato. En este caso son media docena y van encerradas en una jaula.

Al llegar sobre el puerto, Mingot inicia la maniobra para amerizar en las aguas de la dársena alicantina, teniendo en cuenta como siempre la fuerza y la dirección del viento. Volando a una altura prudencial, se interna unos metros tierra adentro, realizando el viraje ante la atenta mirada de muchos alicantinos. Todo va perfecto gracias a la pericia del piloto; pero, al pasar sobre la falda del Benacantil, el aparato coge un bache por culpa de la desigualdad de densidad atmosférica producida por el calor que allí se acumula. Como consecuencia de este inesperado y brusco descenso, Mingot no puede evitar que una de las alas del hidroavión choque contra el pararrayos de la casa que, un año antes, fue levantada en el paseo de los Mártires de la Libertad, esquina con la plaza Dicenta. El edificio es conocido popularmente como Casa Carbonell porque el arquitecto Juan Vidal Ramos lo construyó por orden de Enrique Carbonell, siendo sus herederos los actuales propietarios.

La violencia del choque provoca la caída de la cúpula de la torre sobre la azotea del edificio, donde también queda el ala arrancada del hidroavión. Acto seguido la aeronave capota y se precipita a la acera junto con una de las columnas que adornan la azotea y la varilla del pararrayos, que queda enganchada en una palmera.

Durante la caída Salvadou sale despedido del aparato siniestrado. Algunos testigos dirán después que quizá había saltado voluntariamente, con intención de evitar la muerte.

Al estrepito del choque de la avioneta contra el suelo (partiendo una palmera, arrancando cables eléctricos y del tranvía, y rompiendo un banco) se une de inmediato el ruido tremendo y estremecedor de la explosión del depósito de combustible.

Las llamas rabiosas envuelven enseguida la masa informe del aparato, con el cuerpo ya sin vida de Mingot en su interior. Termina carbonizado, como la mitad de las palomas mensajeras. Las otras tres han logrado huir tras romperse la jaula, pero en vez de emprender vuelo se quedan mirando como hipnotizadas el dantesco espectáculo.

De todos los alicantinos que se encontraban en el lugar del suceso el único herido es Abelardo Chápuli Galán, un comerciante que tiene sus oficinas en la Casa Carbonell pero que estaba en la acera durante el accidente.

Algunos de los presentes reaccionan rápidamente, acudiendo en ayuda de los heridos. También llegan varios obreros del puerto. No pueden acercarse a lo que queda de avioneta porque está envuelta en llamas, pero el patrón del velero «Joven Pura» logra separar el cuerpo de Salvadou del fuego.

El radiotelegrafista todavía respira, por lo que es llevado deprisa a la Casa de Socorro por varios transeúntes, pero los médicos de guardia solo podrán certificar su defunción. Mucho más harán por Abelardo Chápuli, a quien curarán una herida leve en la cabeza y le diagnosticarán una conmoción cerebral.

Los bomberos llegan al lugar del siniestro con relativa rapidez. También acuden varios agentes de policía, que acordonan el sitio para evitar que se acerquen los cientos de alicantinos que empiezan a llegar para curiosear, y por supuesto las autoridades: el alcalde Julio Suárez-Llanos, el comisario de Vigilancia, el capitán y el teniente de Seguridad, el juez de guardia, etcétera. Al único que se le impide integrarse en este grupo selecto de personalidades es al director del periódico El Luchador. Pese a las protestas de éste y ante la atónita mirada de sus superiores, el guardia urbano número 4 le cierra el paso y le obliga a mantenerse alejado, lo que provocará la posterior protesta de El Luchador y su colega Diario de Alicante.Extinguido el fuego, el cadáver calcinado de Mingot es por fin extraído de entre los restos del hidroavión y trasladado al depósito judicial en un automóvil de la casa Latécoère.

Acto seguido las autoridades y el público en general se alejan paulatinamente del lugar del siniestro, donde todavía quedarán a la vista durante unos días las cicatrices del trágico accidente: escombros, palmeras quemadas, cables rotos? El servicio de tranvías eléctricos se restablecerá a las cuatro de la tarde.

Los periódicos alicantinos venderán este día todos sus ejemplares, incluidos los de una nueva edición que reimprimirá con presteza Diario de Alicante.

Al día siguiente llegará a la ciudad, procedente de Madrid, monsieur Massinni, director de la Compañía Latécoère. Además de ordenar la apertura de un expediente de investigación sobre las causas del accidente sufrido por uno de sus hidroaviones, hará las gestiones oportunas para que los cadáveres de sus dos empleados (cuyas autopsias fueron realizadas la noche anterior) sean embalsamados y trasladados a sus ciudades de origen.

Los alicantinos tardarán unos días en superar la conmoción sufrida a causa de este terrible y espectacular accidente aéreo. Y mucho más tardarán en borrarlo de su memoria. Sin embargo, el olvido se encargará de que al cabo de unos años ya nadie se acuerde de aquella avioneta que se estrelló en la emblemática Casa Carbonell.

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