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Semana y Media

Andrés Castaño

Las cuentas del ministro de hacienda

ACOSO

Jaime Botín es una rareza bancaria: le persigue el Gobierno. No sólo ostenta el dudoso galardón de haber sufrido la mayor multa en la historia de nuestro oligopolio financiero por ocultar durante diecisiete años que tenía una participación mayor de la declarada en su banco, sino que las autoridades francesas se han incautado de un Picasso de su propiedad hallado en un velero amarrado en Córcega, violando así la prohibición de que la obra abandone territorio español. No es difícil intuir el mezquino chivatazo de las autoridades españolas, un comportamiento anómalo en quien ha dilapidado el rescate de la UE salvando del apocalipsis a tanto usurero manirroto. La malaventura de Jaime Botín contrasta con el aura de otro banquero también con afanes coleccionistas, el primer barón de Rothschild. Hace doscientos años, Heine vio cómo un accionista se quitaba el sombrero cuando un criado cruzó el vestíbulo del banco con el orinal del barón. Aquello también debía de apestar, aunque en otro sentido.

LA MÁSCARA

Un proyecto de presupuestos en año electoral debería ser a la euforia contable lo que las bodas de Caná a las parábolas contra la hambruna. Salvo si es Montoro el encargado de desglosar las partidas anunciando la buena nueva. El ministro de Hacienda es incapaz de desprenderse de cierto rictus de habilitado de cobrador del frac, lo que convierte sus comparecencias en la versión tenebrosa de un vendedor de mercadillo enmoquetado. Ahora bien, sería inconcebible que el Gobierno renunciara a prometer dádivas cuando sus posibilidades electorales pasan forzosamente por que una sobredosis de aquéllas nuble el recuerdo de tantas estrecheces amenizadas por una interminable procesión de cuatreros institucionales. Es seguro que los indicadores macroeconómicos están recobrando el pulso, pero los efectos psicológicos de esta mejoría se diluyen cuando Montoro asegura que las pensiones están garantizadas hasta el próximo milenio y a continuación el locutor anuncia que las ayudas a los enfermos dependientes también llegarán el próximo milenio.

ALÓ, PRESIDENT

La televisión catalana cubrió el otro día la convocatoria de elecciones autonómicas con la abnegación del marchante que intenta explicar un cuadro de Tapies. En primer lugar apareció el presidente Mas con su mandíbula acerada advirtiendo de que cualquier mayoría legitimará la declaración de independencia, algo que ni siquiera el PNV ha defendido en sus peores momentos aborígenes; a continuación, la pantalla concedió la venia al «líder de la oposición», Oriol Junqueras. Al principio creí que era una sátira de Buenafuente, pero no: la réplica al presidente correspondió a un integrante de su lista electoral. El dictador dominicano Trujillo ordenó en cierta ocasión a uno de sus ministros que se presentara a las elecciones como líder de la oposición para desactivar a los candidatos realmente disidentes y TV3 ha purificado el método, ya que ni Mas ni Junqueras encabezan una lista psicodélica en la que también aparece el entrenador del Bayern, quien por cierto hace tres años que vive en Baviera, la Cataluña alemana, y todavía no ha entendido nada.

LOS OTROS GOYESCOS

En la polémica taurina, soy incapaz de superar la contradicción entre la emoción que siento al contemplar una faena de José Tomás y la evidencia de que un animal está siendo maltratado hasta la muerte. Es cierto que los pulpos son lapidados y hervimos vivas las langostas, pero el origen de estos hábitos es la subsistencia y no el entretenimiento. Por otra parte, José Tomás arriesga su vida mientras que Delibes, un cazador antitaurino, jamás corrió peligro disparando a una perdiz. Desde luego, mis dudas no afectan a los espectadores del coso de Palma. Invirtiendo la tradición, un «espontáneo» ha saltado hoy al ruedo y no era un matador frustrado, sino un animalista dispuesto a recibir una cornada del bicho cuya vida pretendía salvar. La reacción de los taurinos ha sido corear algunos eslóganes previsibles sobre la libertad, como si no pudieran cometerse crímenes en nombre de ella, y la de algunos antitaurinos seguir conmoviéndose por el infantil trote de un cochinillo y zampárselo después. El toro parecía algo desconcertado.

COMBUSTIÓN

El verano está siendo especialmente cruento por dos motivos, la ola de calor y la insistencia de Matías Prats en recomendarme que suscriba un seguro con voz exageradamente engolada y una sombría música de fondo que sugieren más bien la campaña promocional de una secta satánica. Acerca del bochorno se dice que puede provocar insomnio, minar el rendimiento laboral y favorecer la aparición de conductas agresivas, síntomas que casualmente también experimento con el anuncio de Matías Prats aunque haga frío. Son los topicazos que nos persiguen desde que Delphi cerró su planta en Cádiz pretextando que allí sólo trabajaba el contestador automático. Dubai, con sólo un 10% de población nativa, es mucho más incandescente y nadie habla de absentismo laboral, epidemias de insomnio ni muchedumbres enloquecidas por el calor. Ocurre que en Dubai pueden permitirse el lujo de vivir en permanente estado de refrigeración, mientras que los hosteleros españoles deben elegir entre conectar el aire acondicionado o despedir a un camarero. Esto sí provoca insomnio, reduce el rendimiento laboral y encabritaría a Job.

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