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Francisco Esquivel

Entre disparos

Han vuelto a matar a un fotorreportero. Cada vez que se liquidan a un periodista siento que no me llega el aire. Pero no por una cuestión de corporativismo, sino porque es una prueba elocuente de que en múltiples rincones del globo no hay forma de alcanzar un estilo de vida razonable y presentable. Es más, seguimos a años luz. Ya ocurrió con Juantxu Rodríguez, al que conocí radiante cuatro años antes en la Menéndez jugueteando con su cámara a diestro y siniestro para obtener perfiles sui géneris de creadores como Eduardo Arroyo, Antonio Saura y Molina Foix, cuando murió a disparos de un soldado estadounidense durante la invasión de Panamá en el 89. El índice de criminalidad en Caracas, donde los medios de comunicación no adictos están algo más que señalados, ha habido épocas en que no ha tenido parangón. Una banda se cargaba a unos cuantos y se sabía que la réplica ya tenía su fecha marcada. Atravesé Caracas en varias ocasiones y lo que más me llamó la atención es que se trata de una ciudad que nadie pasea. Con 25 años, Rubén Espinosa, el último de los nuestros en ser enviado por las bravas al otro barrio, trabajó en Veracruz para el candidato del Pri a gobernador, Javier Duarte, campaña que éste ganó sobrado. Espinosa no se encontraba a gusto oficiando de fotógrafo de cámara y se metió hasta el cuello en la batalla del periodismo local, unos cuantos grados más temeraria que en otras latitudes. En junio se percató de que unos tipos armados lo seguían. Se lo contó a su hermana, pero se lo ahorró a los padres. Denunció amenazas, apuntó a Duarte y Espinosa no ha tardado mucho en dar con sus huesos en el suelo. Solo en Veracruz han palmado 15 periodistas en los últimos 4 años. El modelo de negocio en el que nos movemos estará en crisis, pero algunos no quieren esperar a que sucumba.

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