El domingo 21 de junio coincidí como jurado de Hogueras con Armando Parodi, persona muy experta tanto en temas tabarquinos, donde el apellido delata su origen isleño, como en asuntos relacionados con la fiesta fogueril, investigando sobre ambos mucho y bien desde hace tiempo.

Pues bien, Parodi me comentaba que este año le hubiera gustado haber plantado hoguera en Tabarca al cumplirse medio siglo de aquella que se levantó y no pudo arder, al faltar bomberos e infraestructura de seguridad que garantizara la cremá, el 29 de junio de 1965, festividad de San Pedro y San Pablo, durante las fiestas patronales de la isla. Lo intentará el año próximo. El autor de aquella foguera que tuvo que ser desmontada, fue Eduardo Marchori, se titulaba «Lo que todos soñamos», medía siete metros de altura, costó 40.000 pesetas y como remate figuraba una sirena. En 2009 se construyó otra basándose en aquella, de la mano del artista Pascual Domínguez, pero con notables diferencias, entre otras el que la sirena lucía en top-less, cosa impensable en el franquismo. Entonces sí fue pasto de las llamas, figurando fuera de concurso.

El pasado 24 de junio acudía yo con mi mujer a ver la foguera de Gabriel Miró para deleitarme con la crítica de los chistes del genial dibujante de INFORMACIÓN Enrique Pérez Penedo al que se le rendía de nuevo un homenaje en aquel distrito. Se me acercó una señora que me reconoció por los artículos que publico en este periódico y me llamó por mi nombre para explicarme que deseaba le escribiera en estas páginas sobre una gestión fructífera que había realizado.

Se llama Inmaculada y es vecina del Raval Roig, balcón privilegiado desde donde se vislumbra la silueta plana de nuestra isla. Resulta que le había encantado la foguera oficial infantil de Sergio Gómez titulada «Tabarca. Un tesoro bajo el mar», deteniéndose en una deliciosa figura del lado derecho que representaba un submarino repleto de gente y que pensó no podía ser pasto de las llamas para lo que presentó la correspondiente solicitud ante el Registro del Ayuntamiento.

Ni corta ni perezosa, deduciendo que por los días festivos que eran nadie iba a leer aquello a tiempo, acudió junto a la zona VIP de las mascletàs para intentar hablar con alguna autoridad municipal nueva. Tras paciente espera, lo consiguió con el concejal que pensaba era el más adecuado para los temas tabarquinos, el de Medio Ambiente, Víctor Domínguez Lucena. Le enseñó la copia del escrito mientras le explicaba que aquel ninot debía ser indultado para ubicarlo como un reclamo más en el Museo de Tabarca, habiendo hablado ya hasta con el responsable de la embarcación Kontiki que se ofreció a hacer el traslado.

El concejal mostró interés y la señora me transmitió la grata sorpresa que le produjo el que a las once de la mañana del día de San Juan la llamara por teléfono en persona para notificarle que su petición era atendida y aquel entrañable conjunto de cartón piedra se salvaría de las llamas.

Puede parecer un ejemplo sencillo pero denota cómo hay ciudadanos que muestran interés por temas, se preocupan en darlos a conocer a las autoridades municipales y consiguen su objetivo. La televisión se hizo eco de aquello en la «nit de la cremá». Ha sido un indulto insólito fruto de la inquietud y perseverancia de una alicantina que ama Tabarca.