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Toni Cabot

El perro o el dueño del collar

La reacción de Carlos Parodi no destacaba por su originalidad, si bien es cierto que el presidente del Hércules se presentó en la junta de accionistas con otro talante, menos cohibido, más desafiante, mostrando escudo ante unos cuantos pequeños accionistas que acudieron deseosos de hincar el diente o, cuanto menos, hacerse oír entre la oscuridad a la que se han visto condenados desde hace años. Quizá por ello Parodi amaneció retador en la sala de prensa del estadio, hasta el punto de que, puede que sin saberlo, acabó parafraseando a Jorge Semprún, ministro de Cultura en la época de Felipe González, que un buen día tuvo la ocurrencia de recomendar a los españoles «viajar más y leer menos prensa».

Sonó atrevido en boca de Parodi, que, con indisimulado desafío, cortó en seco al colega de «Alicante Actualidad», Óscar Manteca, cuando éste le requirió acerca de unos datos que había leído y no le cuadraban: «Ese es el problema, no leas tanto», intervino, tajante, el dirigente herculano.

Digo que sonó atrevido, cuasi provocador, si se tiene en cuenta que precisamente él, más que ningún otro cabeza visible en la corte de Enrique Ortiz, debería masticar humildemente, sin lloros ni protestas, toda guindilla que pase por su plato, simple y llanamente por el irrefutable hecho de que, con su figura pululando por enmedio, ejecutando decisiones propias y/o ajenas, estamos donde estamos, padeciendo años de vileza.

En todo caso, no fue de las peores corridas con la muleta de Parodi, quizá porque en esta ocasión escondió menos el cuerpo y toreó con más verdades. Solo por eso, reprimo el instinto de condecorar su provocadora frase («ese es el problema, no leas tanto») con la dedicatoria que un periódico de la época deslizó sobre Semprún por su ocurrencia («... en el ajado rosal del Gobierno, desgastado por las turbulencias de la climatología política, acaba de florecer, tímidamente, el último capullo...»).

Así que, decía, no fue de las peores intervenciones del todavía presidente del Hércules ajustándonos al asunto que nos ocupa, el del toro que viene de frente. Tal y como ha quedado la plaza, sigamos con el símil taurino, aquí no hay un euro ni para pagar al monosabio.

El panorama alcanza tal dimensión que, por encima de alentar un debate entre tinieblas para señalar a quién pertenece el perro, vayamos aclarando antes quién está por la labor de darle de comer para que no se muera de hambre.

Llegados a este punto, aparece como necesario volver al principio, al punto de partida, al momento en que el Hércules debió hacer lo que no ha hecho: Exponer de frente y en persona, paso a paso, detalle a detalle, la situación real al Instituto Valenciano de Finanzas y a su gente. Y a partir de ahí, toca construir un escenario que facilite la inyección económica que precisa desde fuera. La deuda contraída en su día, los 18 millones de euros, sólo podrá regresar a las arcas que nunca debieron abrirse para tal menester si la entidad sale a flote como lo hizo en su día el Levante o, más tarde, el Valencia.

No se trata de limpiar el jardín de nuevo para que juegue Ortiz (su ganada fama al frente de la gestión del club provoca estos recelos); cualquier otro empresario, comenzando por el propio Juan Carlos Ramírez o quien desee meter baza por el Rico Pérez, no encontraría sentido a restaurar el edificio sin tener seguridad de poder vivir en él.

Otra vía, distinta, es, como se ha dejado caer, que el alcalde de Alicante, Gabriel Echávarri, aparezca con otra ceremonia. Si realmente el primer edil alicantino tiene un Lim o un Slim haciendo cola o maneja cualquier otra alternativa que aporte luces y euros al espinoso camino que se vislumbra tras la puerta, está tardando en presentarla. Si no fuere así, a tiempo está de unirse a la mesa del Instituto Valenciano de Finanzas y escuchar explicaciones y posibles soluciones para enmendar una situación que se antoja crítica.

Emplazados quedan, pues, para evitar que el perro se muera de hambre mientras se dilucida quien debe quedarse con el collar.

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